Cuando un colombiano escucha que hay una empresa con mayoría de capital público que no solo es rentable sino que además es una multilatina de gran tamaño con reconocimientos por la calidad de su gobierno corporativo, generalmente pone ojos de incredulidad. Pero ese es precisamente el caso de ISA, que ayer celebró en Medellín su primer medio siglo de existencia, ubicada en el pináculo de su actividad.
Entender cómo una sociedad creada en 1967 con un capital de cinco millones de pesos llegó a ser un referente en América Latina y otras latitudes, con un patrimonio que al día de hoy supera los $10 billones y activos por casi $42 billones, exige identificar los factores que hicieron de este un caso único. Las lecciones son importantes porque demuestran que la propiedad estatal no necesariamente es sinónimo de corrupción y desgreño. En la medida en que se incorporen dichas enseñanzas, será posible construir un sector público más eficiente y honesto, para bien de la ciudadanía.
A este respecto, vale la pena señalar varios elementos. Sin duda el más importante de todos es la gente, pues desde un primer momento primaron los criterios técnicos y profesionales que permitieron el desarrollo de un equipo de primera línea. Así quedó claro en la etapa inicial, cuando la firma tuvo que ver con la construcción y ejecución de proyectos de gran envergadura, tanto en las áreas de generación como de transmisión, sin que se presentaran los consabidos sobrecostos.
Esa tradición de excelencia continúa presente en ISA. En un país en donde usualmente funcionan más las palancas que las credenciales laborales, el mérito sigue mandando la parada a la hora de escoger los cuadros directivos. Esto es resultado de un esquema que en la práctica blinda a la administración de la influencia política y permite el diseño de estrategias de largo plazo.
No menos importante ha sido aplicar aquel precepto según el cual “una crisis es algo muy importante como para desperdiciarla”. De tal manera, cuando en 1992 el país sufrió el apagón más serio de su historia y parecía que el sector eléctrico era prácticamente insalvable, ISA supo mantener el rumbo firme y salir fortalecida.
Tampoco era claro qué podía pasar cuando llegó el momento de escindir los activos entre los de generación y transmisión, quedando los primeros en Isagen. Por esa época, el nuevo hijo nació con un tamaño mayor que el del padre, lo cual habría podido conducir a un marchitamiento. En cambio, la respuesta fue la internacionalización y, posteriormente, la ampliación de las líneas de negocio.
Gracias a tener que buscar suerte más allá de las fronteras, ISA se vio obligada a competir y compararse con los mejores del mundo. Dentro de los factores que la favorecieron estuvo el hecho de comprender mejor que otros la idiosincrasia latinoamericana en donde no siempre las reglas de juego permanecen constantes, con lo cual pudo desarrollar la capacidad de adaptarse.
En la lista de logros no se pueden pasar por alto los procesos de capitalización que permitieron la llegada de accionistas privados. Aparte de usar bien el músculo financiero recibido, los procesos internos se hicieron más ágiles y crearon una especie de círculo virtuoso cuyos resultados están a la vista.
Todo lo anterior servirá mucho para el futuro. Desde el punto de vista de la administración pública, es evidente que las juntas directivas independientes logran su cometido, obviamente si sus integrantes son escogidos de manera rigurosa.
Y en lo que corresponde a la compañía, no hay duda de que el futuro traerá nuevos retos. La revolución tecnológica y la necesidad de un modelo sostenible pasan por el sector de la energía. El uso del big data, el nuevo poder del consumidor, las opciones a la hora de generar electricidad, forman parte de una realidad distinta ante la cual hay que reaccionar. Si se le mantienen los elementos que la hicieron grande, ISA sorteará esos y otros desafíos. Aún así, es clave flexibilizar y modernizar la regulación de las normas vigentes.