Hacía un buen tiempo que en Colombia no se hablaba de revaluación, al menos con la insistencia de ayer. Como sucedía en otras épocas, más de un dirigente gremial expresó su preocupación por el hecho de que la moneda nacional se haya apreciado casi 7 por ciento frente al billete verde, desde el comienzo del año.
El motivo es que los exportadores y los que se pelean cuotas de mercado con bienes importados se encuentran ahora en una posición más difícil a la hora de competir con éxito. La realidad de los cultivadores de café, que recibirán menos por la carga del producto, justo cuando comienza la recolección de una de las dos cosechas importantes del grano, es elocuente.
La caída en el precio del dólar, que en la víspera se ubicó en 2.780 pesos sorprendió a más de un analista, pues hay que remontarse al 23 de julio del 2015 para encontrar un nivel similar. Entre las explicaciones que se dan para entender lo sucedido, la más usada es el precio del petróleo que bordea los 70 dólares por barril, en el caso de la variedad Brent. Dicha cotización supera en 37 por ciento a la registrada por esta misma época del 2017 y es el resultado del equilibrio alcanzado entre la oferta y la demanda de crudo, además de factores geopolíticos entre los que se encuentran lo que puede suceder con Irán.
En lo que atañe a Colombia, los hidrocarburos son el primer renglón de las exportaciones, así los días en los cuales la producción interna llegó a superar el millón de barriles diarios estén en el baúl de los recuerdos. Debido a ello, una perspectiva de mayores ventas externas se traduce en una disponibilidad de divisas más alta, lo cual influye sobre el mercado cambiario.
Otros elementos también están presentes en la ecuación. La coyuntura internacional es favorable para las economías emergentes, sin desconocer que las posibilidades de una guerra comercial, impulsada por Estados Unidos, aumentan el nerviosismo entre los inversionistas. No obstante, las señales de que Washington y Pekín podrían entenderse, calma las aguas.
En contra de lo que planteaban algunos expertos, los capitales siguen fluyendo al llamado tercer mundo. Es verdad que el Banco de la Reserva Federal estadounidense continúa subiendo sus intereses, pero el diferencial de tasas aún hace atractivo traer dinero a esta parte del planeta.
Como siempre sucede en estos casos, los efectos de un peso más fuerte también traen consecuencias positivas e importantes. Así, de mantenerse la tasa de cambio en cercanías de sus valores actuales, la presión sobre el Índice de Precios al Consumidor sería menor.
Además, ayer el Ministro de Hacienda señaló qué pasará con algunos temas que están bajo el radar de su cartera. Según Mauricio Cárdenas, el déficit externo sería inferior al equivalente del 3 por ciento del Producto Interno Bruto este año, mientras que los ingresos fiscales deberían aumentar de manera considerable durante el 2019.
No obstante, los cálculos que se hacen tienen un alto grado de incertidumbre. En lo que atañe al petróleo, todavía no es claro si el aumento en la producción estadounidense hará menos efectivo el recorte que pusieron en marcha los socios de la Opep junto con Rusia. Por su parte, un deterioro en el clima global, atribuible a tensiones comerciales o políticas entre las potencias, podría llevar a los inversionistas a buscar refugio rápidamente en los sitios más seguros.
Y aunque no faltarán los llamados a que el Banco de la República tome cartas en el asunto, de hacerse más fuerte la revaluación, todavía es prematuro reaccionar. En tal sentido, lo más aconsejable es respirar profundo y seguir monitoreando las diferentes variables antes de concluir que aquello que podría ser una anomalía, es una tendencia. Porque el dólar, así como baja, también sube.