Tal como lo indica el calendario fijado hace un tiempo, mañana el Dane dará a conocer sus estimativos con respecto al comportamiento de la economía colombiana en el tercer trimestre del 2018. A decir verdad, las apuestas son de orden modesto y hablan de un desempeño cercano al 2,5 por ciento en el periodo, inferior en tres décimas al registrado entre abril y junio. De confirmarse ese número, se explicaría por qué el Banco de la República decidió recortar recientemente su pronóstico para este año al 2,6 por ciento, menor a la meta del Gobierno y a lo esperado por entidades como el Fondo Monetario Internacional.
El desánimo previsto se nota en varios indicadores. Las estadísticas correspondientes a sectores de la industria y el comercio sugieren una mejoría lenta en el ritmo de los negocios que no alcanza para compensar el bache que experimentan actividades clave, entre las que se destaca la construcción. A decir verdad, el capítulo de las edificaciones no ha podido salir de una mala racha que hace rato se volvió preocupante, mientras que las obras civiles andan menos bien de lo que sugería el programa de concesiones de cuarta generación.
Como si lo anterior fuera poco, la minería no levanta cabeza, en tanto que la explotación de petróleo apenas muestra una expansión modesta. En lo que atañe a la agricultura, el café parece haber tocado un techo, al tiempo que los bajos precios de los alimentos habrían llevado a que en un puñado de cultivos disminuyera el área sembrada.
Una de las fuentes de mayor inquietud es el comportamiento de la confianza del consumidor, que después de alcanzar su punto máximo en dos años a finales del primer semestre, otra vez volvió a terreno negativo. Dado que el gasto de los hogares es determinante para el vigor de la demanda interna, aquí hay un motor que gira a bajas revoluciones, mientras que el gasto público ya no tiene el empuje que se vio a finales de la administración pasada.
Un elemento que se suma a la falta de entusiasmo en la marcha del Producto Interno Bruto es que la cartera de crédito no levanta cabeza. Dado que los préstamos son una especie de termómetro con respecto al apetito por hacer compras o invertir en proyectos productivos, el mensaje es que no está pasando mucho en este frente. Factores inesperados como el salto en lo que le debieron pagar a la Dian miles de contribuyentes que presentaron su declaración de renta desde agosto, ayudan a entender por qué muchos consideran que el palo no está para cucharas.
Por otra parte, los reportes del mercado laboral sugieren que la generación de nuevas plazas sigue disminuyendo, mientras que la informalidad habría vuelto a subir. El deterioro en las expectativas también contribuye a enrarecer el ambiente. Uno de los motivos es que el anuncio de que vendría una reforma al régimen de impuestos, lleva a que el panorama se oscurezca y se pospongan decisiones hasta tanto no se resuelvan los interrogantes tributarios.
Todo lo anterior debería encender varias alarmas con miras a lo que queda del año. Si bien el equipo económico tiene como prioridad la aprobación de la ley de financiamiento, sería ideal que el gabinete le dedique unas horas a examinar qué puede hacer en las próximas semanas para destrabar decisiones pendientes con respecto a la vivienda o el desarrollo de la infraestructura, para solo mencionar dos áreas de primera importancia.
Igualmente, el mensaje del Ejecutivo necesita ser más contundente a la hora de explicar que la salud fiscal es indispensable para que en el 2019 la velocidad de la economía aumente. Todavía está fresco en la memoria el desplome de la confianza después de la reforma tributaria de hace un par de años. Sería imperdonable, que otra vez al país le suceda lo mismo.