Han transcurrido pocos días desde cuando la junta directiva del Banco de la República se
reunió con las cabezas de las principales entidades financieras del país para un almuerzo de trabajo. El encuentro formó parte de la agenda usual de la entidad, que le toma el pulso periódicamente a la economía, ya sea a nivel regional o sectorial con el fin de complementar lo que le dicen las estadísticas. Recoger testimonios sirve para entender la coyuntura y anticipar potenciales problemas que demanden la intervención del Emisor.
Uno de los banqueros presentes tomó notas que llegaron hasta la redacción de Portafolio. Aunque puede haber un sesgo en los puntos destacados, las impresiones recogidas son útiles y arrojan un panorama en el que hay varias señales de alerta. Por motivos de confidencialidad, la fuente es secreta. Como dice el refrán, ‘se puede contar el milagro pero no el santo’.
Hecha la advertencia, es menester proceder a los puntos más sustanciales. El primero es la falta de dinámica de la cartera de créditos que es, a su vez, una especie de termómetro de la salud de la economía y de las expectativas del sector privado. De acuerdo con las estadísticas oficiales, con corte al 22 de marzo, el aumento en los préstamos comerciales va a un ritmo anual del 2,9 por ciento, mientras los totales crecen 6,1 por ciento.
Esa velocidad sugiere que el ánimo por nuevos proyectos sigue siendo moderado, lo cual va en contravía del modelo de desarrollo planteado por la administración Duque. Como se recordará, la lógica de la ley de financiamiento aprobada en diciembre pasado fue disminuirle la carga tributaria a las personas jurídicas, no solo con una menor tarifa de impuesto de renta, sino con la posibilidad de descontar de los impuestos el IVA pagado en la adquisición de bienes de capital.
Sobre el papel, esa gabela debería impulsar la compra de maquinaria, la construcción de instalaciones físicas o el desarrollo de otro tipo de iniciativas. Aunque siempre se puede hacer uso de los recursos propios, usualmente un auge de las inversiones se expresa en un mayor endeudamiento y eso no se ha visto.
Si bien se reconoce que las ventas han mejorado y las señales actuales son más positivas, no faltan quienes ven la ausencia de presiones inflacionarias fuertes como una evidencia de que la demanda sigue débil. Además, el alza en el desempleo ocasiona más de un ceño fruncido.
Por otra parte, la política está en la mente de los banqueros. La inquietud general es que el Ejecutivo no cuenta con la capacidad para evitar que el Congreso se salga con la suya, así rompa con criterios de equidad que posiblemente serán tenidos en cuenta por la Corte Constitucional. Así sucedió con la sobretasa de renta para el sector, que recibió luz verde sin que el gobierno lo pudiera evitar, a finales del 2018.
Ahora esas inquietudes se trasladan al proyecto de ley que reforma las normas sobre habeas data o el intento de eliminar comisiones. La discusión de la iniciativa que acoge el Plan de Desarrollo comprobaría que no hay capacidad de evitar decisiones que pueden resultar contraproducentes, por parte de un número creciente de parlamentarios que están determinando la política económica desde el Poder Legislativo.
Por último, salta a la vista que los casos de Electricaribe y el tramo dos de la Ruta del Sol, eliminaron buena parte del apetito para prestarles a las grandes obras de infraestructura. Si bien los cierres financieros de las concesiones de cuarta generación suben en número, el entusiasmo de otras épocas desapareció por completo.
Todo lo anterior deja una sensación agridulce. Aunque los indicadores son más positivos ahora, la confianza en un sector clave de la economía no es la mejor. Vale la pena que las autoridades traten de establecer un diálogo directo para comprobar por qué se dan esas percepciones y si es posible hacer algo para mejorarlas, antes de que aparezcan los problemas.