En un país afecto a teorías de la conspiración, resulta fácil sembrar la semilla de la desconfianza para que eche raíces rápidamente. Así acaba de suceder con el dato sobre el crecimiento de la economía colombiana en el primer trimestre del 2018, dado a conocer por el Dane el martes pasado.
Contra lo que pudiera pensarse, la discusión no se centró en si el resultado había sido bueno, regular o malo, sino en la manera en que se había obtenido la cifra de 2,2 por ciento de aumento en el Producto Interno Bruto. La sombra de duda surgió por cuenta de que se actualizó la base a partir de la cual se obtienen las estadísticas.
Cuando alguien publicó en las redes sociales que de haberse mantenido los parámetros anteriores la expansión del PIB habría sido de 1,4 por ciento, más de uno pensó que el complot había sido develado. Según esa mirada, qué mejor para un gobierno desprestigiado y hambriento de buenas noticias que maquillar los números.
La explicación, como sucede normalmente, es mucho más aburrida. De manera regular los países hacen el ejercicio de revisar cómo obtienen sus datos numéricos, por la sencilla razón de que la estructura de las economías cambia de manera permanente. Si la norma a nivel global es cada cinco años, en el caso de Colombia el atraso era evidente pues el trabajo de ajuste no se hacía desde el 2005.
Debido a ello, el Dane comenzó el proceso en el 2013, de la mano de la Ocde y el Fondo Monetario Internacional. La explicación formal es que se adoptaron las recomendaciones y metodologías promulgadas por los organismos multilaterales que saben del tema. Las primeras incluyen la Clasificación Internacional Industrial Uniforme (CIIU Rev. 4) adaptada para Colombia, la Clasificación Central de Productos (CPC Rev. 2) adaptada para Colombia, el Manual de Finanzas Públicas y el Manual de Balanza de Pagos del FMI.
Lo corriente es que las discusiones se llevan exclusivamente a nivel técnico, pues tienen que ver con medición, herramientas matemáticas y fuentes de información. Los sucesivos debates permiten definir una hoja de ruta, al igual que un marco que abarca elementos que antes no existían. Debido a ello, ahora se incorporaron el tercer Censo Nacional Agropecuario, la Encuesta de Presupuestos de los Hogares y las Encuestas de Desarrollo e Innovación Tecnológica.
De la misma manera, se decidió usar más un conjunto de registros administrativos. Estos son la Planilla Única Integrada de Aportes del Ministerio de Salud, las ventas brutas de loterías y apuestas de baloto de Coljuegos, o el gasto en ciencia y tecnología proveniente del observatorio del ramo.
Y el trabajo no se detiene ahí. Quien quiera mirar el tamaño del esfuerzo en marcha solo tiene que leer el documento de Evaluación sobre el Sistema Estadístico y las Estadísticas Claves para Colombia, publicado por la Ocde en el 2015. Allí queda claro que el proyecto abarca la consolidación del Sistema Estadístico Nacional, el Censo Nacional de Población y Vivienda, la desestacionalización de series económicas y la encuesta de presupuesto de los hogares y otros.
Los resultados están a la vista. Antes lo usual era que la información sobre el crecimiento trimestral se entregara con un enorme rezago, superior a los 90 días. Aunque todavía falta, la comunidad académica tiene confianza en las cifras y habla bien de lo que se está haciendo, que no es otra cosa que mejorar la calidad información para tomar decisiones acertadas.
A la luz de esa labor, es irresponsable jugar con la credibilidad de una institución que es un activo de los colombianos. Aquellos que creen en el conocido “todo vale” le hacen un flaco favor al país. Y con respecto al crecimiento, el dato con la metodología previa dio 2,4 por ciento, de manera que la teoría del maquillaje aquí no funciona.