MARTES, 16 DE ABRIL DE 2024

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Ricardo Ávila
Editorial

Sobran brazos, falta gente

No deja de ser una gran ironía que en un país con elevados índices de desempleo, haya incontables vacantes en tecnologías de la información.

Ricardo Ávila
Exdirector de Portafolio
POR:
Ricardo Ávila

Dice el proverbio atribuido a los chinos que ‘una imagen vale más que mil palabras’. Y es precisamente una instantánea tomada ayer en Bogotá la que resume la realidad del mercado laboral. Tras una convocatoria de la Secretaría de Desarrollo Económico, que reunió a 25 empresas del sector privado que necesitan contratar a 3.600 personas, se formaron filas interminables alrededor del lugar asignado para recibir hojas de vida y entrevistar a los aspirantes.

Si semejante situación se ve en una ciudad en donde el desempleo y los índices de informalidad son inferiores al promedio nacional, es de imaginar que en cualquier otro lugar de la geografía, guardadas las proporciones, una oferta de similares características habría ocasionado una reacción parecida. La búsqueda de un trabajo decente y bien remunerado es la prioridad de muchos integrantes de la población económicamente activa.

Dicha aspiración contrasta con los reportes de quienes operan en el mundo de la tecnología. De manera repetida, tanto los emprendedores que están en el negocio de las aplicaciones o las soluciones informáticas, como las compañías más tradicionales, se quejan de lo difícil que es encontrar gente calificada. Para usar la expresión coloquial los conocedores del asunto sostienen que a los programadores ‘se los rapan’, con salarios que pueden comenzar en más de cuatro millones de pesos mensuales.

Y ese no es el único caso. Desde hace tiempo se habla de cuellos de botella enormes en recursos humanos, que son una debilidad en el mundo de la cuarta revolución industrial. Algunas de nuestras ventajas en materia de edad promedio de la población o costo de contratación no se podrán concretar si no hay cómo satisfacer la demanda.

Durante un acto el martes pasado, el propio Iván Duque señaló que “nos estamos quedando cortos de programadores” y habló de contar con 150.000 individuos capaces de codificar para el 2022. Llegar a ese total implica un esfuerzo descomunal que debe comenzar en el bachillerato. El Sena podría hacer una apuesta decidida, pero para ello debe contar con instructores preparados y alumnos motivados.

Un cálculo hecho por Fedesoft sostiene que la brecha de profesionales de tecnologías de la información sería de 62.860 personas este año. Dado el carácter incremental de la actividad, el saldo en rojo ascendería a más de 400.000 para mediados de la próxima década, en caso de que nos quedemos cruzados de brazos. Vale la pena recordar que el número de graduados en estas materias apenas llegó a 28.000 durante el 2017, según el Ministerio de Educación.

Además, aquí se trata de oficios que van más allá de programar. Entre las especialidades que requerirán más personal en el futuro cercano están las de análisis de datos, cibercrimen y seguridad e innovación y gerencia de proyectos. Cada una exige competencias distintas que parten del mismo punto: jóvenes dispuestos a aprender, que vengan con bases adecuadas desde los diferentes niveles de enseñanza.

En último término, el desafío es fortalecer lo que en el argot del sector educativo se conoce como las habilidades STEM, el acrónimo en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. Algunas experiencias piloto sugieren que la meta es conseguible si se hacen las cosas bien y se superan las barreras culturales en contra de quienes se inclinan por las disciplinas técnicas, por encima de las humanidades. En un país en el cual los aspirantes a un título de abogado son casi seis veces más que los que desean ser ingenieros, hay un camino por recorrer.

No obstante, es obligatorio demostrar que la recompensa hace que el esfuerzo valga la pena. La otra opción es exponerse al riesgo de hacer una larga fila en la calle, para entregar una hoja de vida.

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