El documento no entra dentro de aquello que se conoce como “lectura liviana”. A fin de cuentas, el Marco Fiscal de Mediano Plazo que radicó en el Capitolio la semana pasada el Ministro de Hacienda, en desarrollo de un mandato legal que se cumple cada año por esta época, tiene 534 páginas de extensión, con una buena dosis de cuadros y gráficos que hacen todavía más difícil su comprensión.
Aun así, el texto entrega un panorama descarnado sobre la realidad de las finanzas públicas, por lo cual necesita ser estudiado a fondo por quienes integren el equipo económico de la administración entrante, comenzando por el presidente electo, Iván Duque. Más allá de lo que se discuta durante el proceso de empalme, aquí hay una radiografía en la cual –aparte de uno que otro juicio de valor– los que hablan con mayor autoridad son los números.
Si bien las cosas no son tan difíciles ahora como cuando se reventó la burbuja de los altos precios del petróleo, en el 2014, la situación de las cuentas estatales dista de ser holgada. El motivo es que no solo los ingresos avanzan a ritmo lento, sino que los gastos muestran un alto grado de inflexibilidad. Por ejemplo, este año los recaudos tributarios tendrían un crecimiento de 6,9 por ciento, que no da, ni mucho menos, para hacer ferias y fiestas.
Como si lo anterior no fuera suficiente, está el compromiso de cumplir la regla fiscal que establece una senda descendente en el saldo en rojo del Gobierno central. Como equivalente del Producto Interno Bruto, ese faltante se ubicó en 3,6 por ciento en el 2017, debería bajar a 3,1 en este periodo y disminuir a 2,4 por ciento en el 2019.
El año pasado se logró enmendar la plana por cuenta de un laudo arbitral que obligó a las dos principales compañías de telefonía celular a pagarle casi 4,3 billones de pesos a la Tesorería, con lo cual el déficit se instaló en 33,6 billones de pesos. Para el 2018 el agujero no puede superar los 30,3 billones de pesos, algo que será posible por cuenta del buen desempeño financiero de Ecopetrol y de un recorte importante en la inversión. Los expertos consideran que la meta es factible, aunque si los pronósticos se descuadran quien esté en el Ministerio de Hacienda no tendrá más remedio que sacar la tijera y hacer recortes presupuestales a las malas.
La cuesta se pone todavía más empinada a partir del próximo primero de enero. El motivo es que el déficit estaría obligado a caer a menos de 25 billones de pesos, que es un objetivo ambicioso. Es verdad que la minibonanza de las cotizaciones de los hidrocarburos va a ayudar mucho, pero habrá que tener la rienda corta sobre los gastos de funcionamiento e inversión. El lío es que en el caso de estos últimos el monto que hay que cancelar por vigencias futuras es elevado (8,6 billones de pesos) por lo cual habrá que hacer malabares para cumplir con la disciplina fiscal y las promesas de la campaña que acaba de terminar.
La otra opción es convertir en realidad la idea de Duque, de sacar adelante un acuerdo nacional que derive en una reforma tributaria, la cual tendría que ser aprobada el semestre que viene. Sobre el papel, los recortes a la ‘mermelada’ y a las partidas superfluas permitirían no solo mantener la casa en orden, sino rebajarles las tarifas a las personas jurídicas. Esa sería la manera de mejorar la competitividad empresarial e impulsar la formalización de las Pymes.
No obstante, encontrarle la cuadratura al círculo será un desafío mayúsculo. El tiempo apremia y tanto las firmas calificadoras de riesgo como los analistas están a la espera de más detalles sobre cuáles serán las fórmulas que se ensayarán. Por tal motivo, no se necesita contar con una bola de cristal para saber que en las semanas de aquí al 7 de agosto el acertijo fiscal y cómo resolverlo será uno de los temas que desvelarán al presidente electo.