Aquel conocido refrán según el cual ‘las comparaciones son odiosas, pero hay que hacerlas’ sí que se aplica a los mercados de valores, a pocos días de terminar el 2013. Y es que detrás de los altibajos propios de las cotizaciones de las acciones en las diferentes plazas bursátiles del mundo, hay dos historias radicalmente diferentes.
Una es la de los países avanzados en donde se vieron repuntes importantes y otra es la de las economías emergentes que se caracterizaron por números en rojo, especialmente en América Latina. En lo que hace a esta última, es evidente el desánimo que generan parqués tradicionalmente fuertes como Brasil, cuyo retroceso es del 17 por ciento hasta la fecha, entre otros motivos por el derrumbe del imperio del exbillonario Eike Batista.
Tampoco se ha comportado bien México, después de un arranque promisorio que terminó en febrero. El bajón ha sido del 2 por ciento, y ha estado asociado a que los planes de la administración de Enrique Peña Nieto no se han traducido en una buena dinámica económica.
Por su parte, Chile y Perú también están en negativo, con 24 y 14 por ciento, respectivamente. La percepción de que el auge en los precios de los productos básicos empieza a ser cosa del pasado, impactó a las empresas con intereses en la agricultura y la minería, aparte de ensombrecer las perspectivas de dos de los países que mejor se han comportado.
Mención especial merece Colombia, en donde el índice general de la bolsa local ha perdido cerca de un 9 por ciento. Igualmente, la caída en las cotizaciones del carbón o el oro se ha sentido sobre títulos como los de Ecopetrol. Sin embargo, en otros ramos como el financiero, se nota alguna apatía, más allá de que los balances de los grupos financieros se hayan fortalecido.
Claro que hay excepciones, como la de Argentina, en donde el índice Merval ha tenido un crecimiento explosivo en el presente semestre. Al cierre de ayer el incremento llegaba al 116 por ciento, un dato que puede sonar muy atractivo para un inversionista extranjero hasta que se tienen en cuenta las dificultades de llevar y –sobre todo– retirar el dinero de la nación austral.
De tal manera, el cambio que hay que registrar es el de las plazas que normalmente concentran la mayoría de las negociaciones del planeta. Por ejemplo, Wall Street ha olvidado los sabores amargos de hace unos años cuando estalló la crisis global, y hoy muestra máximos sin precedentes. Hasta ayer, el Dow Jones experimentaba una importante subida del 24 por ciento, que se puede explicar tanto por los buenos resultados corporativos, como por la impresión de que los malos tiempos quedaron atrás.
En lo que hace a Europa, es evidente que las cosas siguen duras, como lo muestra el comportamiento del desempleo. Aun así, la perspectiva es que el Viejo Continente ya tocó fondo y que empieza la fase de la reactivación. Tal sentimiento es notorio en la bolsa de Madrid (21 por ciento de aumento), en la de Fráncfort (20 por ciento), en la de París (17 por ciento) o en la de Londres (15 por ciento).
Las alzas anotadas son significativas, pero palidecen cuando se mira lo sucedido en Japón. El replanteamiento en la política económica, inspirado en los planteamientos del primer ministro Shinzo Abe, ocasionó un despertar del mercado más importante de Asia. Como resultado, el índice Nikkei ha subido 48 por ciento y las expectativas para el año que viene son similares.
Ante esa posibilidad, los gurúes debaten sobre lo que puede pasar en el 2014. Una vez opacado el lustre de las economías emergentes, la gran discusión es si hay que ubicarse en las bolsas de las naciones más desarrolladas o buscar valorizaciones en el tercer mundo, tras correcciones que pudieron ser excesivas. La respuesta solo se verá en la práctica y dependerá de cómo se comporte un apetito que por ahora beneficia a las plazas de siempre.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
Twitter: @ravilapinto