En semanas recientes se ha registrado la publicación de noticias que mejoran las perspectivas sobre el desempeño de la economía colombiana en lo que resta del año. En primer lugar, las proyecciones de varias entidades sobre el crecimiento económico del país en 2023 han venido mejorando. El Banco Mundial, por ejemplo, elevó de 1,1% a 1,7% sus estimaciones sobre la expansión del PIB al final del año en curso, frente a 1,5% de América Latina en conjunto.
E#n esa misma línea la Ocde ajustó sus previsiones y ahora Colombia crecería en 2023 un 1,5% en comparación con el 1,2% de hace varios meses. En los últimos meses varios ajustes en esta dirección se han presentado, reflejando un escenario de crecimiento del PIB ligeramente superior a las estimaciones preliminares.
Lo anterior no quiere decir que la economía colombiana detendrá su actual dinámica de desaceleración en este 2023, en particular si se compara con los datos reportados en la reactivación de los dos años pasados. La persistente inflación, las altas tasas de interés, la complejidad del entorno global y la incertidumbre en los actores económicos, entre otros factores, continuarán ralentizando la inversión y el consumo.
Un segundo aspecto es el comportamiento del dólar que ha venido marcando una tendencia a la baja desde inicios de año, como producto de una conjunción de factores locales e internacionales. La moneda de Estados Unidos atraviesa un momento de debilidad global que se añade tanto a esas mejores perspectivas en materia de desempeño económico como a una disminución en la percepción de riesgo sobre la economía nacional.
Como resultado el peso colombiano es de las monedas de los mercados emergentes con mayor fuerza ante el dólar en estos meses recientes -más del 11% y alrededor de $600. De hecho, las dificultades que está enfrentando el gobierno de Gustavo Petro en el trámite de paquete de reformas estarían asimismo contribuyendo a esta caída en el precio del dólar y mitigar los temores de los inversionistas y de los mercados internacionales.
Esta es una interpretación que obviamente ha molestado al Gobierno Nacional. No obstante, el “modo pausa” al que la crisis política y gobernabilidad ha forzado a las reformas de salud, pensional y laboral constituye asimismo una muestra contundente de la robustez institucional en Colombia, así como de un efectivo contrapeso del poder Legislativo y de analistas y expertos a las iniciativas de la Casa de Nariño.
Es innegable que algunas medidas que tiene el paquete de reformas en cuanto a sostenibilidad fiscal y costos laborales, por ejemplo, fueron recibidas con preocupación por los mercados.
Una tercera señal positiva la trajo ayer el informe del Dane sobre el Índice de Precios al Consumidor (IPC) correspondiente a mayo pasado. De acuerdo a la organización nacional estadística, la inflación anual en Colombia registró un 12,35%, ratificando la tendencia a la baja del reporte anterior. Mientras los alimentos reflejan un quiebre en su comportamiento alcista, ya se evidencian los efectos de las subidas en los precios de la gasolina en el IPC.
A pesar de estos datos que significan un cierto alivio, la preocupación por la economía -que confirman las recientes encuestas de opinión como el principal problema del país en estos momentos- sigue vigente. La desaceleración continuará impactando la creación de empleo mientras que la confianza empresarial se ha visto golpeada. Es clave que estas señales positivas se traduzcan en empleo e ingresos para los hogares y certidumbre y confianza para las empresas.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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