Con la variante Delta en Colombia crece la urgencia por acelerar la vacunación, mantener la economía abierta y no relajar la autoprotección.
El pasado sábado el presidente Iván Duque anunció que el Instituto Nacional de Salud confirmó la presencia de la variante Delta del covid-19 en territorio nacional. Este linaje del coronavirus no solo ha probado ser más contagioso que el original sino también ha desencadenado una disparada de casos en muchos países y golpeado las expectativas optimistas de crecimiento de la economía global.
De hecho, la semana pasada los mercados y las bolsas de valores alrededor del mundo reaccionaron negativamente a los reportes desde las economías más desarrolladas de un aumento de contagios por causa de esta variante. La diseminación del covid-19 Delta ha alterado sustancialmente las estrategias de recuperación de los países más ricos a pesar de las altas tasas de vacunación en la mayoría de ellos.
Japón prohibió el público en los 17 días de los Juegos Olímpicos de Tokio, Australia ha regresado a los confinamientos y Francia e Italia cierran restaurantes y otros comercios para los no vacunados. En Reino Unido el levantamiento completo de las restricciones, llamado “Día de la Libertad”, ha sido recibido con escepticismo y temor por los ciudadanos mientras que en Estados Unidos el optimismo de los últimos meses frente a la pandemia se ha venido enfriando.
En otras palabras, la propagación de la variante Delta está posponiendo las perspectivas del retorno a una “normalidad post-covid”, vacunados, sin restricciones ni tapabocas, en el mundo desarrollado. Al mismo tiempo, ese aplazamiento ha ralentizado el ritmo vertiginoso de crecimiento de esas economías, impulsado en buena parte por la inmunización de la población. Los contagios y los indicadores sanitarios, que en teoría debían dar paso en las preocupaciones a las estrategias económicas, no dejan de crear incertidumbre y afectar las políticas de recuperación.
Con la Delta en Colombia cabe entonces preguntarse cómo deben reaccionar el Gobierno, las empresas y los ciudadanos. En primer lugar, la triple combinación del plan nacional de vacunación, la reapertura total de la economía y la política de atención sanitaria no puede parar. Al contrario, estos tres frentes de trabajo gubernamental deben redoblar esfuerzos.
La inmunización contra el covid-19 es una de las más efectivas estrategias de reactivación económica. La presencia de este linaje más contagioso en territorio nacional ratifica la urgencia de encarar los próximos retos de la vacunación, que ya están aquí. Ampliar las vacunas a los más jóvenes- que ya el Gobierno ha anunciado- debe sumarse a llegar a los rezagados- ciudadanos que quieren dosis, pero por múltiples razones no pueden acceder- y persuadir a los incrédulos. Todo esto antes de imponer prohibiciones.
La experiencia con el coronavirus original demostró tanto las limitaciones de los confinamientos y restricciones generalizadas para detener los contagios como sus desastrosos efectos sobre la economía y los empleos. Sin minimizar el desafío sanitario de la Delta, el país debe mantener por ahora el actual grado de reapertura de las actividades productivas para así poder sostener la senda de la recuperación. Para enfrentar esa doble situación de más vacunas en simultánea con contagios, es crucial no relajar las medidas de autocuidado como el tapabocas, el distanciamiento y el lavado de manos.
El primer semestre del año terminó con una sensación de optimismo por parte del Gobierno, empresas, hogares y analistas frente a las perspectivas económicas. Sin echar para atrás, esa visión de lo que queda del 2021 se mantiene vía vacunación, reapertura y protección.
Francisco Miranda Hamburger
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