En medio de los episodios de turbulencia que han sacudido al mundo en las últimas semanas, no está de más tomarle la temperatura a la economía global. Eso es precisamente lo que viene de hacer el Fondo Monetario Internacional que ayer dio a conocer la actualización de sus proyecciones, entregando un parte que no es del todo preocupante, pero tampoco da motivos de mucha tranquilidad.
Para comenzar, la entidad multilateral recortó de manera notoria sus pronósticos generales, del 3,7 al 3,4 por ciento, con énfasis en algunas regiones. En ciertos casos, tales rebajas respondieron a circunstancias puntuales, mientras que en otros hay factores más de fondo.
Por ejemplo, en la primera categoría se encuentra Estados Unidos, cuyo Producto Interno Bruto se contrajo en el primer trimestre del 2014. La combinación de una serie de factores sorpresivos, incluyendo una temporada invernal particularmente dura, tuvo mucho que ver con lo sucedido. De tal manera, aun si el bache fue superado, este acabó siendo de tal magnitud que frente a una apuesta del 2,8 por ciento hace tres meses, el FMI decidió rebajarla al 1,7 por ciento.
Otro caso especial es el de Rusia, en donde el PIB pintaba para una expansión del 1,3 por ciento en abril, y que habría entrado en una etapa de estancamiento atribuible a las sanciones que se le han impuesto a Moscú después de haberse anexado la península de Crimea. Es de imaginar que si vienen más castigos, tras el derribo del avión de Malaysia Airlines y su actitud frente a Ucrania, las cosas se pondrán aún peor.
A su vez, Europa nada que despega, así haya pasado de los números en rojo a los balances en negro. Mientras Alemania levanta cabeza, Francia la agacha. España parece haber dejado atrás lo peor, pero Italia no.
En lo que atañe a China, son cada vez más innegables las evidencias de que la locomotora no es tan veloz como antes. De tal manera, si antes su economía mostraba aumentos del 10 por ciento anual, ahora está más cerca del 7 por ciento, un dato envidiable, pero que implica un cambio estructural.
Por su parte, América Latina es víctima de males que no tienen que ver con el clima o con penas impuestas en otras latitudes. Y es que la región tendría una expansión de apenas 2 por ciento este año, medio punto menos de lo que el Fondo pensaba en la primavera. Para colmo de males, no parece que la situación vaya a mejorar, pues para el 2016 el cálculo se eleva solo al 2,6 por ciento, inferior al promedio histórico.
Los causantes de tan mediocre desempeño son, ante todo, dos países: Brasil y México, las economías más grandes de la zona. Aunque sus realidades internas son muy distintas, lo cierto es que ninguno se destaca por su buen ritmo. La primera sigue atascada en un pantano de ineficiencia, mientras que el segundo no ha podido ganar tracción, a pesar de que hacia adelante se ve bastante mejor que el gigante suramericano.
Como si eso no fuera suficiente, tampoco le va a ir bien a Argentina o Venezuela, que se encuentran sumidos en la recesión. Incluso Chile, que durante tanto tiempo pareció estar en otra categoría, enfrenta dificultades.
En medio de esa realidad, la buena marcha de Colombia es aún más destacable. Tal como lo afirman diferentes analistas, el país mantiene una tasa de crecimiento superior al 5 por ciento que es una de las mejores del planeta.
No obstante, es importante tener en cuenta que el entorno global es complejo. Por ello, es mejor no pecar por exceso de confianza y hacer bien la tarea, que en el caso nuestro comprende mantener alta la confianza de los consumidores y garantizar que los ambiciosos planes de inversión en infraestructura se concreten.
De lo contrario, la nube que tanto ha ensombrecido las posibilidades de mejora de la economía mundial, también puede oscurecer nuestro panorama.
Ricardo Ávila Pinto
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