Al finalizar el año pasado el consenso entre las proyecciones de los analistas sobre el comportamiento de la economía de Colombia para 2023 apuntó hacia una fuerte desaceleración en la dinámica de crecimiento. Con tan solo dos semanas de este nuevo año, esas estimaciones no sólo se sostienen, sino que algunas señales iniciales pronostican un desempeño macroeconómico más complicado del inicialmente previsto.
La primera de estas alertas se disparó con el informe del Dane sobre el Índice de Precios al Consumidor (IPC) para diciembre pasado. La entidad estadística confirmó que la disparada de precios no alcanzó techo en Colombia durante 2022: una tasa de inflación anual de 13,12 por ciento, jalonada por un aumento en alimentos del 27 por ciento y que superó las expectativas del mercado. Mientras en otros países de la región las presiones inflacionarias dan muestras de ceder, Colombia todavía no disfruta de un respiro. Para el Foro Económico Mundial, cuya reunión anual empieza hoy en Davos (Suiza), el alto costo de vida es el mayor riesgo global para los próximos dos años.
Este nivel de alzas de precios constituye una de las prioridades sociales y económicas a la que el Gobierno Nacional debe prestarle la mayor atención durante este año. Acciones más directas y específicas sobre la cadena de producción de alimentos son urgentes y necesarias, ya que la estrategia anti-inflacionaria del Ministerio de Hacienda, desplegada en seis distintos frentes, no está generando los resultados esperados. Este dato de diciembre pasado ya comenzó a deteriorar las expectativas de los analistas sobre la tasa de inflación para finales del año en curso.
Con una variación de precios que no toca techo, continuará la política de alzas en las tasas de interés de la junta directiva del Banco de la República, que durante 2022 alcanzaron los 900 puntos básicos. Estos aumentos no solo encarecerán el endeudamiento de los hogares y los costos de los proyectos e inversiones empresariales, sino que también impactarán la dinámica de crecimiento. La economía colombiana experimentará en 2023 un freno en seco con preocupantes consecuencias. Mientras el 2022 concluyó con unos cálculos de aumento de alrededor de 8 por ciento del PIB, para este año las proyecciones oscilan entre un 0,5 por ciento y poco más del 2 por ciento.
La desaceleración enfriará las actividades económicas y con ellas la creación de empleo. A pesar del efecto positivo de la reactivación post-covid, la tasa de desempleo desestacionalizado estuvo al final del año pasado por encima de los dos dígitos. En medio de este freno del crecimiento económico, la política de generación de puestos de trabajo que diseñe la administración Petro será de la mayor importancia. De hecho, en el paquete de reformas anunciadas por el Gobierno Nacional están incluidas tanto la del mercado laboral como la pensional, la de salud y agraria, entre otras. No deja de ser riesgoso apostarle al impulso de drásticos cambios en sectores de tanto impacto como el sanitario y de la protección social, en medio de una fuerte contracción de la economía.
Guiarse única y exclusivamente por criterios ideológicos en el diseño y discusión de estas reformas podría terminar generando, como en el caso del empleo, efectos nocivos.
En especial cuando las empresas privadas no perciben un futuro claro. De acuerdo a la Andi, a finales de 2022 “el principal reto del sector empresarial ha sido el manejo de la incertidumbre, la administración del riesgo y la necesidad de enfrentar situaciones cambiantes donde las reglas del juego no son claras”. Es decir, viene un año complicado.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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