Habría podido ser peor. Ese es tal vez el único consuelo que puede invocarse al examinar el comportamiento de la economía colombiana durante el 2016. Según lo reportó el Dane ayer, el Producto Interno Bruto tuvo una expansión del 2 por ciento el año pasado, una cifra que sobrepasa ligeramente los cálculos de los expertos, pero que está lejos del promedio observado en lo que va del siglo.
Como paliativo nos queda el haber superado a los países grandes de América Latina, con excepción de Perú y México. Aunque el refrán señale que ‘mal de muchos, consuelo de tontos’, los datos confirman que estuvimos por encima de Chile y Argentina, para no hablar de casos críticos como los de Venezuela y Brasil. La realidad regional corrobora que el contexto global es adverso y que todavía el viento sopla en contra.
En lo que atañe a Colombia, esas ráfagas externas provinieron del desplome en los precios del petróleo, que todavía es el principal renglón de las exportaciones. A nivel local, dos eventos fortuitos hicieron mucho más difíciles las cosas: el fenómeno de ‘El Niño’ afectó la oferta de alimentos e influyó para que se desbordara la inflación; y el paro de transportadores de junio pasado, tuvo consecuencias que podrían describirse como devastadoras para varias actividades.
'Tal vez el mayor reto para que las cosas mejoren este año, es conseguir que la confianza de los consumidores regrese'
COMPARTIR EN TWITTERPor cuenta de esa mezcla de males, no faltan los que tratan de resaltar que contamos con fortalezas que otros envidian. En medio de las dificultades, la base productiva es relativamente diversa, lo cual sirve para compensar desplomes como el del renglón petrolero, que en épocas pasadas fue el líder de la economía. De hecho, cuatro de los nueve segmentos analizados superaron la media del crecimiento, mientras que solo dos mostraron cifras en rojo.
Entre los sectores destacables hay que comenzar por el de servicios financieros, cuyo avance del 5 por ciento lo llevó a ser el más dinámico dentro de los capítulos que componen el PIB. A pesar de que el ritmo de la cartera de crédito es menor y de que comienzan a aparecer problemas de recaudo en algunas categorías, el balance es positivo, según lo comprobaron los resultados contables de los establecimientos de crédito.
Por su parte, la construcción volvió a sacar la cara, con un incremento superior al 4 por ciento. El mayor impulso en este caso provino de las edificaciones –y especialmente las no residenciales–, mientras que las obras civiles se rezagaron. Es evidente que el cambio de administraciones, tanto en las gobernaciones como en las alcaldías, incidió sobre la inversión en infraestructura, así el área de vías por concesión esté comenzando a ganar velocidad.
Si bien la industria se ubicó en el tercer lugar, después de haber permanecido en el sótano, el sabor que deja su comportamiento es agridulce. El ascenso del ramo manufacturero se debió principalmente a la entrada en operación de la refinería de Ecopetrol en Cartagena, en tanto que la anhelada reactivación, que se preveía en otros campos, nunca tuvo lugar. Ahora, las dudas regresan, pues los motores para este año brillan por su ausencia.
Aun así, el Gobierno insiste en que su eslogan de ‘Colombia repunta’ tiene bases firmes. Tanto el alza en las cotizaciones del petróleo como el incremento en las obras asociadas con las concesiones de cuarta generación, son motivos para abrigar esperanzas, con lo cual la economía alcanzaría la tasa proyectada del 2,5 por ciento en el 2017.
Cumplir con la meta va a requerir de no pocos esfuerzos. El desánimo entre los consumidores es evidente, debido a la reforma tributaria y a los escándalos relacionados con la corrupción, los cuales llenan de pesimismo a la ciudadanía. Tal vez el mayor reto es conseguir que la confianza regrese, pues de ella dependerá que el mediocre desempeño del año pasado quede atrás. De lo contrario, corremos el riesgo de entrar en un círculo vicioso.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto