Que Wall Street haya tenido ayer su peor jornada en lo que va del 2017, justo cuando arreció la polémica por la decisión de la administración Trump de limitar seriamente la entrada a los Estados Unidos de los nacionales de siete países musulmanes, no es mera coincidencia. Después de semanas de euforia, los inversionistas empezaron a darse cuenta de que las nuevas reglas de juego provenientes de la Casa Blanca, a veces no son las que más le convienen a la comunidad de negocios.
Y es que, aparte del cuestionamiento de orden moral que se le puede hacer a una determinación que muestra el talante aislacionista del gobierno republicano y su falta de compasión ante el drama que viven los refugiados sirios, quienes hacen sumas y restas saben que el daño potencial de la orden ejecutiva, promulgada el fin de semana, supera con creces a sus beneficios. Para comenzar, los réditos en materia de seguridad son insignificantes, mientras los peligros de radicalizar a aquellos que veían con buenos ojos al Tío Sam son inmensos.
En el corto plazo, la cuenta la pagarán las aerolíneas, buena parte de las cuales optaron por darles a los viajeros damnificados un reembolso pleno de los tiquetes pagados. Pero los observadores señalan que todo apunta a que el sector turístico se verá afectado en los meses que vienen, un campanazo que no es despreciable cuando se tiene en cuenta que este genera más de 14 millones de empleos en Estados Unidos.
No se trata del mundo árabe solamente. Las encuestas hechas en Europa muestran que alemanes o franceses están menos inclinados ahora a cruzar el Atlántico, debido a la antipatía que les produce la administración actual. En cuanto a los mexicanos, son muchos más los que pasan la frontera de manera legal que los indocumentados: más de 17 millones ingresaron con sus papeles en regla el año pasado, ya fuera por motivos de vacaciones o negocios. Ahora, es factible que el número disminuya, pues a nadie le gusta ir a donde no es bienvenido.
Aparte de merecer críticas desde el punto de vista de la moral, la política migratoria que impulsa Trump es un mal negocio.
COMPARTIR EN TWITTERPor otro lado, está el daño reputacional para las multinacionales de origen estadounidense. Los capitanes de los conglomerados industriales o de servicios criticaron abiertamente lo hecho por Washington, a sabiendas de que en múltiples casos son más importantes las ventas que hacen en el resto del mundo. Las invitaciones apenas comienzan, pero cada vez es más fácil encontrar llamados a boicotear determinadas marcas, simplemente porque su bandera original es la de barras y estrellas.
A decir verdad, las quejas también tienen que ver con la historia personal de los emprendedores más reconocidos. Mark Zuckerberg, de Facebook, recordó que tanto sus raíces como las de su esposa están en otras partes del globo. y no faltó quien rememorara que el padre del desaparecido Steve Jobs, el creador de Apple, vino de Siria en la década de los cincuenta del siglo pasado.
Entre las reflexiones hechas, también hay que considerar las relacionadas con los emprendedores. Más de la mitad de las compañías creadas en el Valle del Silicon, en California, fueron fundadas por personas que no nacieron en Estados Unidos. La práctica de atraer el mejor talento del planeta –que es una de las claves del éxito norteamericano–, queda en entredicho por cuentas de las restricciones a las visas y los cupos reducidos para los inmigrantes legales.
En consecuencia, los perjuicios creados pueden ir mucho más allá de los atropellos que sufrieron un puñado de pasajeros inocentes en los últimos días. Si Donald Trump –como es previsible– decide seguir apretando las tuercas, usando el argumento populista de que lo malo que le sucede a su país proviene de afuera, la cuenta será todavía más elevada.
Y lo peor es que el daño se prolongará durante décadas, a menos que la sensatez regrese a la Casa Blanca. Lamentablemente, nada indica que su ocupante piensa rectificar el camino.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto