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Ricardo Ávila
Editorial

Una idea encomiable

La democratización de hasta el 20 por ciento de la Empresa de Energía de Bogotá sería buena tanto para
la firma como para la ciudad.

Ricardo Ávila
Exdirector de Portafolio
POR:
Ricardo Ávila

No fue poca la sorpresa de los analistas este miércoles, después de que Enrique Peñalosa anunció la voluntad de la administración a su cargo de vender hasta un 20 por ciento de las acciones que la ciudad posee en el Grupo Energía de Bogotá. Aunque en el pasado se había rumorado la posibilidad de que el Palacio Liévano se desprendiera de alguno de los activos del conglomerado, nadie imaginó que la opción escogida fuera la de reducir la participación del Distrito hasta llegar al 56 por ciento del capital.

Para que eso suceda, hay que obtener permisos y cumplir con diversos requisitos. De tal manera, habrá que seguir las etapas fijadas por la Ley 226 de 1995, con el fin de concretar la operación hacia mediados del año que viene. El hecho de que la administración radicara ayer en el Concejo un proyecto de acuerdo que deberá ser votado pronto, muestra que la Alcaldía va en serio.

La democratización de hasta el 20% de la Empresa de Energía de Bogotá sería buena tanto para la firma como para la ciudad.

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La lógica de la decisión es clara. Para comenzar, existe la voluntad de impulsar el desarrollo de la empresa, que es la verdadera joya de la corona de la capital. Aparte de la solidez de su balance, la Energía tiene un futuro promisorio dentro y fuera del territorio nacional, que le debería permitir un crecimiento aún mayor que el ya observado. Si la estrategia es exitosa, puede suceder que el Distrito reciba mayores dividendos que los actuales, a pesar de diluir su propiedad.

Ello dependerá de la manera como se lleve a cabo la estrategia recién aprobada, de concentrarse en tres monopolios naturales. El primero consiste en desarrollar y operar la infraestructura necesaria para atender la demanda de energía y gas en grandes metrópolis, como ya sucede en Bogotá y Lima.

Una segunda área de acción es la de interconectar las fuentes de generación de electricidad con los centros de consumo. El negocio de redes y subestaciones no solo ha permitido expandir las operaciones, sino que cuenta con una interesante proyección internacional.

No menos promisoria es la determinación de buscar oportunidades en el campo de las energías renovables. El objetivo de ser un generador sostenible no solo es encomiable, sino que reconoce nuevas realidades como las de reducir las emisiones y el impacto de futuros proyectos. Para citar un caso, el potencial que tienen ciertas zonas de Colombia, en donde hay vientos y luminosidad abundantes, es inmenso y alguien estará llamado a aprovecharlo.

Se podría cumplir el doble propósito de mejorar la competitividad urbana y darle más lustre a la joya de la corona.

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Conseguir los objetivos más ambiciosos exigirá asociarse bien para apalancarse de manera eficiente. Más trascendental aún será adoptar sistemas de gobierno corporativo que blinden a la compañía de presiones políticas y, especialmente, eviten los bandazos usuales en la administración pública. La adecuada combinación de prudencia y audacia, mezclada con vocación de largo plazo, debería redundar en buena rentabilidad para las finanzas bogotanas.

En tal sentido, la idea de la democratización es un paso en la dirección correcta. Además, es encomiable el propósito de invitar a la ciudadanía a convertirse en accionista, independientemente de su nivel de ingreso. Un mayor sentido de pertenencia servirá para que el patrimonio municipal se cuide mejor.

Por otra parte, está el tema del uso de los recursos provenientes de la venta. Con base en el valor de la sociedad en bolsa, ingresarían a las arcas distritales más de 3,5 billones de pesos, los cuales serán utilizados para romper cuellos de botella en materia vial que afectan la calidad de vida de miles de personas.

Los beneficios de un programa de obras ambicioso, que comience más temprano que tarde, serían considerables. Peñalosa habló de más de 114.000 empleos entre directos e indirectos, aparte de un impulso mayor a tres puntos porcentuales al PIB de la capital.
Tales argumentos bastan para apoyar una iniciativa que debería cumplir el doble propósito: mejorar la competitividad urbana y darle más lustre a la joya de la corona.

Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto

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