Tras una seguidilla de noticias mediocres, que hacían pensar que los resultados del segundo trimestre del 2019 no serían llamativos en materia de crecimiento, este lunes el Dane entregó tres reportes que ayudan a calmar a los más ansiosos. De mantenerse el ritmo observado en junio, es probable que se confirme una aceleración en el ritmo de expansión del Producto Interno Bruto, que no caería mal dadas las circunstancias actuales.
El dato más destacado de todos fue el aumento en las ventas minoristas, con un salto del 8,2 por ciento en términos reales. Dicha cifra no solo es la mejor en años, sino que supera con creces las apuestas de los analistas que esperaban un resultado más modesto. Entre los 16 sectores considerados, tan solo uno mostró resultados en rojo.
En contraste, vehículos, calzado, productos de aseo y equipos informáticos, registraron expansiones por encima del 10 por ciento. Dada la dispersión de segmentos, el mensaje central es que la demanda interna arroja señales vigorosas, que en la práctica se traducen en los ingresos de los almacenes.
Dicha realidad contrasta con lo que señalan varios sondeos. En particular, el índice de confianza del consumidor que elabora Fedesarrollo completa varios meses en terreno negativo, pero por lo visto el hecho de que la gente vea las cosas más oscuras no necesariamente afecta su disposición a comprar todo tipo de artículos. Al respecto, los que saben del asunto señalan que la percepción del país -que es altamente pesimista- es muy diferente a la impresión de los ciudadanos con respecto a la situación de su hogar.
Aunque menos buena, la mejora de la industria también mereció algunos aplausos. Es verdad que en lo que atañe a las manufacturas los expertos hablaron de un número superior al 3,2 por ciento que reportó el Dane. Sin embargo, tras el bache de abril tuvo lugar un segundo aire que no cae mal, así todavía una tercera parte de los 39 renglones fabriles a los que se les hace seguimiento hayan tenido un bajón en mayo. Además, hay razones puntuales como el desempeño de la refinería de Cartagena, que acabó siendo menos bueno de lo que se creía.
La lista se completa con un elemento que pesa relativamente menos en las cuentas finales, pero cuyo desempeño es promisorio. Se trata de los ingresos de los hoteles y la ocupación, que muestran una clara tendencia al alza. A pesar de la mayor oferta de camas, es evidente que los clientes siguen llegando, algo en lo cual influyen visitantes nacionales y extranjeros, tanto por razones de turismo como de negocios.
La hoja de desempeño de los sectores mencionados enciende una luz de esperanza con respecto al comportamiento del PIB entre abril y junio. Tras el virtual estancamiento del primer trimestre es más factible ahora que se confirme una progresión en marcha. Esa impresión ya había sido anticipada por los sondeos empresariales, de tono más optimista que el de la población en general.
No obstante, persisten desafíos de marca mayor. El más complejo de todos es el empleo, que no da impresión de mejorar. De hecho, por cuenta de que las estadísticas sobre el número de ocupados muestran una reducción en términos absolutos, es más grande el riesgo de que el buen momento del consumo sea de corta duración.
Por otro lado, la confluencia de una inflación que está por encima de los cálculos de hace unos meses y el buen comportamiento mensual de las ventas, hace más probable que el Banco de la República se abstenga de reducir su tasa de interés en una próxima oportunidad. En contraste con lo que puede ocurrir en Estados Unidos, aquí las condiciones son otras.
Para que esa perspectiva cambie, será necesario que los datos muestren una tendencia más definida. No hay duda de que lo sucedido en mayo es alentador. Habrá que esperar a ver si esa golondrina hace verano.
Ricardo Ávila Pinto
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