Los treinta días que hay de una legislatura a otra coinciden en Colombia con la época de vacaciones en colegios y universidades. Pero para el Gobierno de turno este no es el momento de un descanso, así exista el funcionario que aprovecha la ausencia de citaciones en el Capitolio para recargar baterías, a sabiendas de que a partir del 20 de julio regresan las presiones usuales.
En lo que atañe a la actual administración, los integrantes del gabinete y los consejeros o secretarios que trabajan en la Casa de Nariño tienen apartada en su agenda la primera semana de julio. Todos fueron informados de que vienen varias jornadas dedicadas a la planeación estratégica, con miras a definir prioridades y caminos a seguir en los meses que vienen.
No hay duda alguna de que el ejercicio es urgente. A pesar de que todavía no se cumple un año desde cuando el actual mandatario se puso la banda tricolor, el desgaste de su equipo es evidente.
Para decirlo en una frase, hay problemas de coordinación, de comunicación, de gestión y de aceptación por parte de la ciudadanía. Entenderlos será fundamental. Como sentenció la presente edición del semanario The Economist, Iván Duque “tiene tiempo para volverse un buen Presidente, pero el reloj está haciendo tic tac”.
Tomar un segundo aire exige hacer correcciones, algo que pasa por un análisis descarnado de los casi once meses transcurridos. Lo peor sería caer en la autocomplacencia, una actitud según la cual las cosas van bien, pero la dificultad es que la gente no se da cuenta.
Culpar a los medios, las redes sociales o a la oposición es un recurso defensivo que sirve para muy poco, a menos que se quiera que los tres años que vienen sean más de lo mismo.
Al igual que en cualquier empresa que funciona, resulta obligatorio un alto en el camino para evaluar la nómina de colaboradores. En el grupo de ministros hay buenos, regulares y malos, una calificación que pasa por darle una mirada a los resultados de cada uno.
No menos importante es examinar al propio Departamento Administrativo de la Presidencia, cuyo balance tampoco es el mejor. Ello pasa por terminar la interinidad en la Secretaría General, un despacho clave.
Tres temas centrales merecen atención, entre muchos otros. Para comenzar, el orden público no va bien, así las estadísticas muestren un descenso en los homicidios en lo que va del 2019. Asesinatos aleves como el de María del Pilar Hurtado, en Córdoba, comprueban que los violentos siguen haciendo de las suyas, con lo cual el riesgo de dar marcha atrás aumenta. Los cuestionamientos a las Fuerzas Militares afectan la legitimidad institucional, justo cuando las amenazas son mayores.
En segundo término, vale la pena escuchar las advertencias que se hacen desde diferentes ámbitos respecto a la economía. Hasta la fecha, el Ministerio de Hacienda rebate a sus críticos a punta de proyecciones optimistas en las cuales se logra rebajar el déficit futuro por cuenta de mezclar menores gastos con ingresos más altos.
No obstante, está por verse si los supuestos operan y si usar el dinero de eventuales privatizaciones para bajar el saldo en rojo de las finanzas públicas, pasa el escrutinio de las calificadoras de riesgo.
Un tercer elemento es la relación con las diferentes bancadas políticas. No ceder a las presiones por puestos y asignaciones presupuestales es lo correcto, pero ello no impide mejorar la calidad del diálogo con el Legislativo. Y es crucial que el Centro Democrático se aconducte y deje de ser el promotor por excelencia de las soluciones populistas.
En conclusión, lo que viene no es un asunto menor para el gobierno Duque. Tras el final de su corta luna de miel, ahora se presenta una segunda –y quizás última oportunidad– de enmendar la plana. Más le vale que la aproveche.