MARTES, 16 DE ABRIL DE 2024

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Ricardo Ávila

Victorias que no existen

Ricardo Ávila
Exdirector de Portafolio
POR:
Ricardo Ávila

Un conocido dicho afirma que la primera manera de resolver un problema es aceptar que existe. A la luz de esa máxima, sorprende la forma en que se ha presentado el comportamiento de la producción manufacturera en Colombia, que sigue sin levantar cabeza.

No de otro modo se puede interpretar el reporte entregado por el Dane este martes, en el que se señala que la industria tuvo una expansión del 2,1 por ciento en diciembre. Esa cifra bastó para decir que hay una tendencia positiva por cuenta de que el balance pasó de rojo a negro. Sin embargo, no está de más recordar que el dato correspondiente al 2014 fue apenas del 1,3 por ciento y que el empleo sufrió una contracción del 0,3 por ciento.

Aunque las comparaciones son odiosas, se debe tener en cuenta que el aumento del Producto Interno Bruto el año pasado debería ser de 4,7 por ciento, lo cual deja en claro que la actividad fabril sigue muy rezagada. De hecho, cuando se hace el análisis sectorial todo apunta a que este segmento será otra vez el de peor desempeño, confirmando su poca honrosa caracterización como la cenicienta de la economía.

Semejante comportamiento no es nuevo. Para decirlo con franqueza, las cosas vienen mal desde hace rato, pues como lo comprueban diferentes trabajos, el país viene experimentando un inquietante proceso de desindustrialización. Cuando se miran los índices existentes, se ve que seguimos en niveles similares a los del 2011. con lo cual, en el mejor de los casos, se puede hablar de un estancamiento.

Las causas de la situación son varias. El largo periodo de apreciación del peso –que terminó hasta hace unos meses– hizo aún más angustiosa la falta de competitividad de múltiples ramos. Los altos costos de producción y los pocos avances en productividad se combinaron con la llegada de bienes importados que, en muchos casos, sacaron a los artículos nacionales del mercado. A lo anterior hay que agregarle el peso de la ilegalidad, pues el contrabando –abierto y técnico– es un reto a veces infranqueable.

Quienes sostienen que el desafío principal es la falta de demanda, se ven desmentidos por las estadísticas. Sin ir más lejos, las ventas del comercio el año pasado subieron 7,7 por ciento en términos reales, lo cual quiere decir que el problema no es de falta de compradores, sino que estos prefieren, en más de una oportunidad, lo que viene de afuera.

Ahora que las condiciones objetivas han cambiado y el dólar se mantiene en cercanías de los 2.400 pesos, la esperanza es que el balance sea diferente. El Gobierno anhela que por la devaluación los industriales puedan tener un segundo aire y ampliar sus nóminas, contrarrestando así la destorcida que comienza a insinuarse en áreas como la minería.

En las cuentas oficiales, hay un as adicional bajo la manga. La refinería de Cartagena, un proyecto industrial valorado en unos 7.000 millones de dólares, que es el más ambicioso en la historia, está a punto de entrar en producción. Cuando lo haga, servirá para inyectarle un par de puntos de crecimiento a la actividad manufacturera, lo cual, sin duda, dará para nuevos comunicados escritos con un tono marcadamente optimista.

No obstante, el desafío es el de conseguir que los más diversos segmentos fabriles logren tener un ritmo relativamente acompasado. Por ejemplo, entre los 43 que fueron analizados en diciembre, 21 mostraron variaciones negativas. Y cuando el horizonte se amplía al 2014, se encuentra que una tercera parte estuvo en rojo.

Debido a ello, en lugar de andar cantando victorias que no existen, lo que necesitan las autoridades es reconocer que los problemas están ahí. La aceptación de la realidad necesita venir acompañada de estrategias individuales para acompañar aquellos renglones en dificultades, para que estos puedan aprovechar el cambio de viento. Solo así, la industria colombiana podrá experimentar el reverdecimiento anhelado.

Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
Twitter: @ravilapinto

 

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