Este domingo más de 38 millones de colombianos están convocados a las urnas para la primera vuelta presidencial. En la primera cita electoral después del histórico choque global que significó la pandemia del coronavirus, la campaña llega con cuatro candidatos que concentran la gran mayoría de las preferencias: Gustavo Petro, Federico Gutiérrez, Rodolfo Hernández y Sergio Fajardo.
A diferencias de otras contiendas presidenciales, la economía ha tenido en esta actual carrera por la Casa de Nariño un protagonismo sustancialmente mayor. Esto no debe generar mayor sorpresa ya que el país transita una senda de reactivación económica tras el desplome récord de las actividades productivas generadas por la covid-19. A lo anterior se añaden tanto la recuperación de los millones de puestos de trabajo, que sigue un poco rezagado en relación a los niveles pre-pandemia, como la disparada de la inflación, con un impacto grande en los hogares más pobres y vulnerables.
Las distintas encuestas reflejaron precisamente cómo la economía ha mantenido un lugar prioritario en la lista de preocupaciones urgentes del electorado. A temas de esa agenda económica como la inflación se sumaron iniciativas de reforma pensional y de salud, así como reformar los programas de ayudas sociales y el futuro de los subsidios monetarios.
Asimismo, sectores productivos específicos como el de petróleo, gas y carbón quedaron incluidos en el debate electoral, ante propuestas como la del senador Petro de paralizar las exploraciones de hidrocarburos, en momentos de alta demanda global. La campaña no sólo tocó estas industrias, sino también incluyó debates sobre una mayor intervención estatal sobre el funcionamiento de las empresas privadas y sus dividendos, e incluso llamados de Petro a limitar la independencia del Banco de la República.
Todo lo anterior en medio de una reactivación en la que el crecimiento se sostiene en este primer trimestre del año -en contravía con la tendencia del resto del mundo- y en la que el consumo de los hogares mantiene una dinámica positiva. No obstante, la inflación global, la falta de empleo y el empobrecimiento social impiden que millones de colombianos experimenten la recuperación y generan una percepción negativa del manejo y rumbo económico del país.
Pero, en especial, la contienda electoral que termina su segunda fase este domingo se caracterizó por unos llamados colectivos al cambio. Este anhelo tiene varias avenidas para materializarse: una atención a la reducción de la pobreza y a la seguridad social, mayores niveles de empleo, mayor acceso a la educación para los jóvenes, y un control al disparado costo de vida. Todos los candidatos impulsan iniciativas alrededor de estas materias y muchas otras.
Es innegable que el próximo presidente de los colombianos llega obligado a implementar una gama de reformas y propuestas sociales, que respondan a las expectativas y preocupaciones que quedaron reflejadas en la campaña electoral. Pero no todos los cambios son iguales. La senda de la reactivación económica, sostenida por las empresas de todos los tamaños del país y por el consumo de los hogares, debe continuar y reforzarse, más no sufrir transformaciones drásticas.
En materia social, las promesas necesitan ajustarse tanto a las capacidades de la implementación como a sus costos y la posibilidad de financiarlos. Más que el anhelo de cambio, la invitación a votar este domingo debe orientarse a cómo garantizar una ruta de cambio anclada en las prioridades para robustecer la reactivación económica y realista en su financiación.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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