El anuncio del Comité del Paro de suspender las movilizaciones y explorar otras estrategias de convocatoria cierra un capítulo en uno de los movimientos de protesta más intensos del país en años recientes.
Tras casi 50 días de marchas, bloqueos, manifestaciones y violentos enfrentamientos, el alarmante saldo es de unos 30 muertos, 2.500 heridos entre civiles y uniformados, 11,8 billones de pesos en pérdidas económicas, inflación disparada en el suroccidente y el 22 por ciento de las empresas suspendidas. Si bien el paro no ha oficialmente terminado, algunos bloqueos continúan y el descontento social se mantiene, se abre una especie de interregno con un pronóstico incierto.
Sin tener mayor claridad sobre hacia dónde conducirán las protestas los promotores del paro- y los grupos de manifestantes jóvenes en ciudades como Cali y Bogotá-, cabe hacerse la pregunta de qué sigue ahora tanto para la economía como para las empresas. En especial, cuando fueron las voces económicas de gremios, compañías y consumidores los que no sólo contaron al país el impacto de los bloqueos ilegales sino también construyeron una narrativa que contribuyó al cambio de estrategia del Comité del Paro.
El cese temporal de las movilizaciones callejeras abre una ventana de oportunidad a la economía colombiana para materializar las optimistas proyecciones de su crecimiento en 2021. Ayer Fedesarrollo aumentó su pronóstico de 4,8 por ciento a 7,2 por ciento del PIB para el año. Este ajuste al alza va en sintonía con otras perspectivas positivas para el desempeño económico del país.
A la suspensión de las marchas y el levantamiento de la mayoría de los bloqueos se suman la aceleración en el ritmo del plan nacional de vacunación- que incluirá pronto inmunización del sector privado- y la reapertura total de los sectores productivos en las grandes ciudades. Las dinámicas en la demanda externa e interna lucen asimismo favorables para el país, así como la baja base de comparación del desplome histórico del año pasado. En resumen, a pesar del fuerte impacto de los cierres y de los bloqueos, la combinación de estos factores podría contribuir a que la economía nacional retome rápidamente la senda de la reactivación.
No obstante, el sector empresarial colombiano no debe olvidar algunas de las lecciones que está dejando el estallido social de los últimos 50 días. En primer lugar, representantes de los gremios privados no solo tuvieron un destacado protagonismo en la búsqueda del diálogo social y de opciones para la reforma tributaria sino también comunicaron exitosamente la importancia de las empresas en la recuperación económica.
Si bien muchos empresarios habrán sentido confusión e impotencia al perder su producción y ver paralizadas sus operaciones en las últimas semanas y otros la rabia de tantas quiebras injustas, el sector privado sale fortalecido de esta crisis social y política. Cada vez más voces gremiales y empresariales reconocen la necesidad de crear empleo para jóvenes, las limitaciones de sus programas de responsabilidad social y la voluntad de asumir una carga impositiva adicional. Incluso se anuncian planes regionales como Compromiso Valle para actuar sobre retos específicos como la seguridad alimentaria, el desempleo y la educación.
Tras la suspensión de las marchas, los empresarios colombianos no deben detener la reflexión sobre su rol en la superación de esta coyuntura social, económica y sanitaria sino incrementarla. El sector privado enfrentará el doble reto de potenciar la reactivación y de ratificar su aporte al desarrollo social.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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