Uno de los coletazos que ha provocado la actual crisis política que atraviesa el gobierno de Gustavo Petro tiene que ver con la política exterior hacia Venezuela. Las mutuas acusaciones que le costaron el cargo a la mano derecha presidencial en la Casa de Nariño y que incluyen la posible entrada ilegal de multimillonarios recursos a la campaña, también se llevaron por delante al embajador de Colombia en Caracas.
Si bien el canciller colombiano Álvaro Leyva afirmó que “en tres horas” se tramitó la salida de Armando Benedetti y se escogió a Milton Rengifo como su remplazo, ciertos trinos en la red social Twitter del nuevo representante diplomático, publicados hace unos años, resurgieron para enrarecer el ambiente en el vecino país.
El nuevo embajador de Colombia en Venezuela enfrenta varios retos en su nuevo cargo: desde sustituir el acceso privilegiado y manejo político de su antecesor caído en desgracia hasta fortalecer el intercambio comercial binacional, que hasta ahora está por debajo de las expectativas.
Ha quedado claro que mientras la agenda ideológica regional del gobierno Petro con el régimen de Nicolás Maduro viaja a velocidad de jet, los aspectos económicos, comerciales y migratorios del restablecimiento de las relaciones andan en burro. En materia diplomática, el jefe del Estado ya anunció, en la cumbre convocada en Brasil por el presidente Lula Da Silva, el ingreso de Colombia a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Mientras los mandatarios de países como Chile y Uruguay rechazaron la legitimidad dentro de la comunidad regional que Lula le brindó al régimen de Maduro, hablando incluso de una “narrativa” que se ha construido, no hay mayor duda de la posición favorable hacia el régimen autoritario de Venezuela de la política exterior de la administración Petro. Todo lo anterior en medio de una importante presencia de Nicolás Maduro en la estrategia diplomática colombiana, que se expresa en múltiples visitas y contactos.
De hecho, es evidente lo que gana Maduro ante el tratamiento de Petro hacia su régimen mientras que los beneficios hacia Colombia son escasos y más bien confusos.
La facilidad en esta alineación ideológica entre Petro y Maduro contrasta con las dificultades prácticas en el restablecimiento pronto del otrora dinámico intercambio comercial entre Colombia y Venezuela, que en un año como 2008 alcanzó los US$7.000 millones. La apertura de la frontera y demás gestos diplomáticos se ha traducido sin duda en un crecimiento en las exportaciones colombianas hacia la nación vecina.
Por ejemplo, de acuerdo a cifras del Dane, en el primer trimestre de este 2023 las exportaciones no minero energéticas a Venezuela aumentaron 29% para llegar a los US$136 millones. Estas ventas externas han sido jalonadas por artículos de confitería y dulces, abonos minerales y aceite de palma. Aunque la dinámica registrada es positiva y la tendencia creciente, persisten temores y riesgos dentro del sector privado colombiano alrededor de hacer negocios con Venezuela.
En especial, porque los contactos comerciales ahora son mucho más de origen estatal y los pagos siguen generando intranquilidad.
Colombia está hoy, al igual que otros países latinoamericanos como Brasil, en un completo apoyo al presidente Nicolás Maduro y su régimen en Venezuela, sin importar su carácter autoritario ni sus ataques a la oposición y a las reglas democráticas. Por el lado comercial ésta es una postura diplomática que todavía no resuelve a cabalidad los problemas de hacer negocios y de seguridad ni tampoco ha mejorado las condiciones de los migrantes venezolanos en territorio colombiano.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
framir@portafolio.co
Twitter: @pachomiranda