En la columna pasada (Portafolio, 13/01/2013) sugerí que era mejor tener 11 millones de jóvenes colombianos con la libertad para seleccionar responsablemente su destino que una muchedumbre juvenil sin un proyecto de vida dignificante.
Ello se puede lograr con asignaciones del fisco nacional razonables, gracias a las lecciones aprendidas en el Innovar de Purificación. Añadiría que la cualificación de la juventud se torna más apremiante si se llega a un acuerdo de suspensión de hostilidades, pues ello sería necesario para construir una paz estable, capacitar adicionalmente a una fracción de los integrantes de las fuerzas armadas, la guerrilla y otros grupos que se acojan al proceso.
Hoy me referiré al mal uso que hacemos de, quizás, nuestra más valiosa dotación natural: el agua.
Para indicar su valor, se me ocurre parodiar a los cafeteros de la primera parte del siglo pasado y decir: “Colombia es agua o no es”.
Un estudio del Banco Mundial indica que las pérdidas económicas por las inundaciones durante los años 2010 y 2011 fueron del orden de US$450 millones.
Está finalizando la temporada de sequía que empezó hace ya varios meses y una parte del país está expuesta a las consecuencias de nuevas lluvias torrenciales. Los gobiernos nacional y territoriales ayudarán, en la medida de sus posibilidades, a los campesinos en el manejo de las pérdidas económicas ocasionadas por la sequía que termina (disminución de cosechas y muerte de animales).
Se espera que los daños por las próximas inundaciones no sean tan desastrosos como aquellos ocurridos en 2010-2011, pero los recursos fiscales obtenidos mediante la emergencia económica declarada para ese propósito serán aún más escasos.
En lugar de resignarnos a los futuros ciclos de inundaciones y sequías, es posible utilizar esta situación como una oportunidad.
Ella se aprovecharía si se construyen reservorios (embalses) para almacenar las afluencias que se produzcan durante cada temporada de lluvia y se recuperan los humedales, caños y otros sitios naturales utilizados por los ríos para acumular aguas.
Esas reservas de agua se podrían utilizar durante la temporada de sequía para irrigar los cultivos agrícolas y los pastizales, y para crear, en ciertos departamentos, verdaderos emporios piscícolas.
Así lo hacen varios países y lo hicieron nuestros antepasados indígenas.
El Tolima es uno de esos departamentos.
Con 50 ríos, varios cientos de arroyos y una topografía que lo convierte en gran concentrador de agua en el río Magdalena, el Departamento es la región adecuada para llevar a cabo un proyecto nacional de largo plazo. Se están realizando foros para socializarlo y obtener la asesoría de expertos sobre sus aspectos críticos.
La inversión, no el gasto, sería cuantiosa, pero los ahorros y beneficios por mitigar las inundaciones serían mayores.
Además, algunas de esas reservas de agua se dirigirían, al finalizar el periodo de lluvia, hacía el río Magdalena para aumentar la longitud de su cauce navegable, con un importante ahorro en el dragado tradicional que ha probado su poca eficiencia, como lo analizó un panel de expertos asesor de Cormagdalena en el 2001.
Eduardo Aldana Valdés
Profesor universitario - Presidente de la Asociación para el Desarrollo del Tolima ealdana@uniandes.edu.co