Hace algunos años suspendí mi columna en Portafolio porque me pareció que opinaba en exceso y trabajaba poco por el mejoramiento del país en los asuntos que analizaba. Me dediqué entonces a facilitar el acceso de la juventud vulnerable a una educación pertinente para desarrollar las competencias que cada cual valoraba y le permitirían construir una vida digna.
La mitad de mi vida académica se centró en la educación superior de aquellos jóvenes que accedían a las aulas de universidades que los seleccionaban por sus méritos académicos, basados usualmente en unas pruebas de ingreso. Ese horizonte empezó a ampliarse con la concentración de mis tareas investigativas en problemas cruciales del país, la participación en comisiones en esos campos y el ejercicio de posiciones ejecutivas en el sector público.
Un primer paso fue la fundación, siguiendo una recomendación de la ‘Misión de Sabios’, del Instituto de Innovación Regional, Innovar, en Purificación, Tolima, con tres áreas de acción interrelacionadas: educación, desarrollo económico y fortalecimiento de las comunidades locales y regionales. A partir de la iniciación formal de actividades, en el 2005, el Innovar ha puesto a prueba la factibilidad de ofrecer oportunidades efectivas a los jóvenes de bajos recursos por fuera de las grandes ciudades.
Por el lado positivo, el Instituto ha logrado el reconocimiento como Centro Regional de Educación Superior, Ceres, la autorización para desempeñarse como entidad de Educación para el Trabajo y el Desarrollo Humano, la asociación con Unitolima, Unibagué, Uniagraria, Uniminuto, la Esap y el Sena para que estas entidades gradúen más de 500 estudiantes en carreras técnicas, tecnológicas y universitarias, y homologuen los dos primeros años de un centenar de estudiantes que se han transferido a sus sedes para terminar programas universitarios de ingeniería, economía y sicología. Profesores y estudiantes de la Uniandes han adelantado proyectos de investigación orientados a resolver problemas críticos regionales y el Politécnico Grancolombiano estableció en el Innovar un centro de soporte a sus programas de aprendizaje digital. Los resultados más satisfactorios son el creciente aprecio de la comunidad y el retorno de varios graduados de carreras universitarias para desempeñar altos cargos en la administración municipal. Lo anterior es el resultado del compromiso de las entidades aliadas y de un grupo de dirigentes locales, y del subsidio ocasional al valor de las matrículas de la Alcaldía municipal y la Gobernación.
Por el lado negativo, la mayor frustración es el reducido número de bachilleres que ingresan al Innovar. Un estimativo aproximado no supera el 20 por ciento. Aunque el valor de la matrícula semestral es bajo (alrededor de un salario mínimo mensual), muchas familias no tienen capacidad de pagarla. En otros casos, los estudiantes necesitan ingresos inmediatos para satisfacer las necesidades básicas de sus familias. También es frecuente que aquellas familias en crisis no puedan alimentarlos adecuadamente, crearles pasión por la búsqueda de nuevos conocimientos y brindarles un ambiente que propicie la serenidad y la felicidad necesarias para convertirse en buenos ciudadanos.
Afortunadamente, varias universidades, que no nombro por las limitaciones de espacio, están adelantado programas eficaces de apoyo a esta juventud vulnerable. Diez de ellas han conformado la denominada Alianza Sanar, acompañadas por tres reconocidas fundaciones, una cámara de comercio y una caja de compensación familiar, para compartir sus experiencias y ampliar el alcance de sus programas.
Portafolio ha aceptado amablemente que reinicie la columna de opinión. En la próxima edición, aspiro empezar a ilustrar los cambios necesarios para lograr un impacto real en la educación que necesita la juventud colombiana. Ojalá muchas personas enriquezcan esas propuestas y las conviertan en un gran movimiento nacional.
Eduardo Aldana
Profesor (Emérito), Universidad
de los Andes / ealdanavaldes@gmail.com