Desde antes de que se manifestaran los efectos del aislamiento obligatorio, el número de contagios con el covid-19 empezó a estabilizarse en Colombia alrededor de cien diarios.
Este pausado crecimiento dista muchísimo del exponencial predicho por los profetas del desastre y de los de la zona templada del hemisferio norte, donde reportan el 98% de las muertes.
Se ignoran las causas de este hecho. Pueden ser desde el clima o la composición racial del país hasta la protección recibida por las campañas de vacunación adelantadas por generaciones aquí. Pero es claro que probablemente la situación no se deteriorará con la cuarentena general. Por eso, debió haber sido duro para el presidente Duque decidir prolongar la creciente destrucción del tejido social y económico de la Nación con la ampliación por dos semanas del aislamiento.
En el ambiente actual de terror generalizado, esa medida fue bien recibida por la ciudadanía, y en particular por los políticos. Por milenios, los vivos han explotado los miedos del rebaño, y por eso es tan evidente el ansia de protagonismo de muchos de ellos. Pero ese no es el caso del presidente Duque. Su compromiso es con el largo plazo, y ahora debe encarar las decisiones del futuro.
Su atención debe volcarse a los enfermos más graves que tiene hoy Colombia: el sustento y el trabajo de sus ciudadanos. Y deberá evitar tratar el tremendo daño socioeconómico que el país está sufriendo con paños de agua tibia, como ha sucedido hasta ahora, y tomar con presteza las medidas económicas de verdadera trascendencia que el país requiere.
La primera, obviamente, es reconocer que las sumas prometidas al sector salud son insuficientes.
Es esencial que se le entreguen ya los 8 billones de pesos que se le adeudan. Con esto se hará justicia y se garantizará el buen funcionamiento del sistema. Pero también es urgente darle inmediata atención a toda la economía colombiana.
La suspensión por más de cinco semanas del 60% de la actividad económica del país hará caer el PIB en por lo menos 6%. Como al reiniciar la operación es imposible regresar inmediatamente a los niveles anteriores, ese daño se elevará en otros puntos. Y habrá sectores cuya recuperación tardará más.
Todo esto conducirá a mayor pobreza y a pérdida de bienestar, particularmente de los más vulnerables. En poco más de un mes se habrán borrado los logros sociales de una década.
Urge poner el país a funcionar con celeridad. Para esto se requieren medidas económicas extremas, de gran fortaleza, y este no es momento para un manejo acartonado y timorato.
Es de extrema urgencia darle liquidez real y amplia a la economía porque, con el paro, las empresas, particularmente las medianas y pequeñas, han agotado sus cajas. Y también se requiere resarcir a sectores enteros de la economía por las pérdidas irrecuperables ocasionadas por la cuarentena. Si no, nunca podrán volver a operar eficazmente.
El liderazgo del Presidente de la República es hoy necesario para enfrentar el daño de las medidas que se han tomado.
Emilio Sardi
Vicepresidente Ejecutivo Tecnoquímicas S. A.
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