El país recibió una excelente noticia con el reporte de un sustancial crecimiento en el valor de sus exportaciones, al cerrar 2021 con un total de US$41,2 mil millones, un aumento de 32,7% frente a las exportaciones de 2020.
Sin embargo, este aumento en nuestras exportaciones no nos libera de retos, pues persiste un déficit muy alto en la balanza comercial, y, además, ellas siguen dependiendo marcadamente de los hidrocarburos, la minería y unos pocos sectores de exportaciones tradicionales.
El 55% de nuestras exportaciones consiste en hidrocarburos, carbón, ferroníquel, oro y esmeraldas. Y al sumar las de café, banano y flores ya se llega a 68%.
El contexto internacional actual ha generado crecimientos altos en los rubros minero-energéticos, que son importantes para el PIB y los ingresos del Estado, pero de limitado impacto en materia de empleo -la segunda prioridad del Estado, después de la seguridad- y vulnerables a los vaivenes de los mercados internacionales. Por eso, la exportación de combustibles y productos de industrias extractivas creció 48% de 2020 a 2021, mientras la exportación de productos agropecuarios y alimentos creció 20% y la de manufacturas, 29%.
Ahora, lo cierto es que el tema tiene realmente que ver también con la generación de empleo. Mientras que el Dane informa que el sector extractivo de recursos minerales emplea solo al 0,5% de la población ocupada, sectores como las manufacturas, con el 11,2%, y la agricultura y ganadería, con el 16,6%, son intensivos en recurso humano.
Por ello, políticas que apoyen su crecimiento sustancial y su competitividad exportadora son las que realmente generarían impactos favorables en el empleo formal de los colombianos. Diversificar la canasta exportadora del país debe convertirse en una verdadera prioridad del Estado y del próximo gobierno.
La potenciación exportadora podrá concretarse si realmente se promueven los rubros que tienen mayor valor agregado y generan diferenciación. Es esencial darle un impulso a la producción nacional, tanto industrial como del campo, que, a su vez, demandará un mayor encadenamiento productivo, mano de obra más calificada y con mejor remuneración y, por lo tanto, aportará una mayor prosperidad económica a todo el país.
El proceso de internacionalización de nuestra economía puede y debe conducir a más y mejores oportunidades para los emprendedores colombianos. Y el hecho es que para impulsar nuestras exportaciones a los niveles que verdaderamente requiere el país, es preciso contar con políticas industriales y de desarrollo agrícola que generen crecimientos realmente significativos en manufacturas y productos agroindustriales, tanto para consumo interno como para su exportación.
Colombia necesita urgentemente establecer políticas de Estado para desarrollar la competitividad de su producción nacional que conduzcan al debido aprovechamiento de sus ingentes recursos y, sobre todo, a la generación del empleo que su población requiere.
EMILIO SARDI
Empresario.