Al estrenar nuevo gobierno y poder, por fin, vivir sabroso y en paz total, los colombianos debemos repasar brevemente las leyes que inexorablemente continuarán rigiendo nuestro diario devenir. Esas cuyo poder excede aún al de las que emitirá nuestro brillante, ilustrado y muy honorable Congreso. Resumo algunas.
Es justo citar en primer término la que esbozara en 1949 el capitán Edward A. Murphy, de la USAF, que rápidamente evolucionó a la expresión hoy conocida como la Ley de Murphy: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”. La acompañará ineludiblemente su segundo corolario, también llamado la Extensión de Gattusso, “Nada puede estar tan mal que no pueda empeorarse”, y octavo: “Es imposible hacer algo a prueba de tontos porque los tontos son muy ingeniosos”. Todo apuntalado, claro, por la Ley de Perrusell, “No hay trabajo tan sencillo que no se pueda hacer mal”, y la Observación de Stapp, “La aptitud universal para ineptitud hace de cualquier logro humano un milagro increíble”.
Es clara, además, la plena vigencia el Principio de Peter: “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”, y sus dos principales corolarios, “Con el tiempo, todo puesto tenderá a ser ocupado por alguien incompetente para él” y “El trabajo lo hacen los que no han ascendido hasta su nivel de incompetencia”.
Para disponer de los ingentes ingresos generados por el enorme incremento que se está dando en los ingresos tributarios, sumados a los de la prometida brutal reforma tributaria, bastará el cumplir las dos leyes que en 1955 publicara el profesor C. Northcote Parkison: “El trabajo se expande para llenar el tiempo disponible para completarlo” y “Los gastos crecen para alcanzar los ingresos”. Que se apoyarán con la aplicación de la Ley de Green, “Todo es posible si usted no sabe de qué está hablando”, y de la Ley de Weiler, “Nada es imposible para el que no tiene que hacerlo”.
La segunda ley de morosidad de Doane, “Mientras más lentamente se trabaje, menos errores se cometen”, apoyará la Quinta Ley de Parkinson: “Si hay alguna forma de demorar una decisión importante, la buena burocracia, pública o privada, la encontrará”. Y, de todos modos, regirá la Ley de Jacob: “Errar es humano; culpar a otro del error es aún más humano”. Y la Regla de Finagle: “El trabajo en equipo es esencial; le permite echarle la culpa a otro”. Como lo hará la Ley de Jones: “El que sonríe cuando las cosas andan mal es porque se le ha ocurrido a quién echarle la culpa”. O la Ley de Evan: “El que se mantiene calmado cuando todos están perdiendo la cabeza es porque no ha entendido el problema”.
Seguirá vigente la Fórmula de Glyme: “El secreto del éxito en la política es la sinceridad. Una vez usted logre fingirla, triunfará”. Y como perdurará la Ley de Katz, “Los hombres y las naciones actuarán racionalmente cuando hayan agotado las demás opciones”, siempre será necesario aplicar la Quinta Regla de Finagle: “No crea en milagros, dependa de ellos”.
Emilio Sardi
Empresario