Vivimos en un mundo de organizaciones. Las empresas, entidades estatales y demás instituciones han crecido aceleradamente, durante el último siglo, y son hoy el referente más importante para la mayoría de las personas. Paralelamente, parece evidente que las organizaciones requieren civismo, comportamientos que hacen de ese pequeño mundo un lugar más sólido y hospitalario para sus miembros. La ciudadanía ha dejado de ser un concepto a escala nacional o de ciudades, y ha tomado auge en las organizaciones: hay comportamientos cívicos, así como hay malos ciudadanos de la organización. El civismo implica, que 'no son buenos ciudadanos quienes simplemente cumplen la ley'.
En las ciudades griegas y romanas, prácticamente pequeños 'pueblos' desde la perspectiva y tamaño del mundo contemporáneo, pertenecer a la ciudad implicaba unas responsabilidades 'cívicas'. Igualmente en nuestro mundo organizacional se encuentran códigos, implícitos o explícitos, sobre los comportamientos ciudadanos o cívicos de los miembros de la organización: el hacer cosas más allá del deber, que representan un apoyo al bienestar general, a los valores de convivencia y responsabilidad por la suerte de los otros. Frecuentemente, estos comportamientos cívicos no se recompensan formalmente y la gente los hace por su propia voluntad e iniciativa.
La cultura 'pueblerina', de pequeña aldea, tiene grandes virtudes, como atestiguan las tradiciones japonesas y costarricenses, ambas culturas donde la gente cree que los demás los conocen y los observan, lo que genera una responsabilidad por los demás, y una cierta solidaridad, así sea formal y basada en lo 'políticamente correcto'. Los estudios empíricos han identificado diferentes dimensiones de la ciudadanía organizacional, que incorporan el altruísmo, la cortesía, mantener las reglas de juego de la organización, jugar limpio, y el apoyo a los compañeros de trabajo.
¿Sus colegas dirán que usted es un buen colega, que ayuda y apoya a los que tienen mucho trabajo, o a los nuevos en la organización, que no le pone problemas a nadie y es respetuoso con ellos? Un clima de apoyo mutuo crea sinergias, evita que se gasten energías en defenderse y en conseguir cosas, que sin costo podrían obtenerse si todos y cada uno asumen una responsabilidad por los demás.
¿Su jefe reportaría que usted es de los que se queja por cosas triviales, que siempre critica todo lo que hace la organización, resiente cualquier cambio, hace resistencia pasiva, y habla mal de los otros a sus espaldas? Estos 'ciudadanos' son una plaga que destruye la organización y un lastre para los demás. El buen espíritu crítico es constructivo, y la mejor manera de orientarlo es dando y pidiendo soluciones, ofreciendo liderazgo para realizar las correcciones y recomendaciones.
¿Dirán que usted es cuidadoso y cumplido en sus citas, que avisa cuando no puede asistir a las reuniones, y se mantiene informado de lo que pasa? Podría pensarse que las acciones 'cívicas' en la organización disminuyen cuando la gente tiene exceso de trabajo, pero frecuentemente los más ocupados son también los más cumplidos. El civismo es como un colchón o resorte que actúa automáticamente, para dar mayor flexibilidad y acomodo organizacional a variaciones en las demandas de acciones y actividades. Este aspecto es, particularmente positivo para culturas como la latinoamericana, que valoran las relaciones con los demás y el cuidado del ambiente de trabajo.
La ciudadanía organizacional tiene un valor incalculable para la administración. Una diferencia significativa entre organizaciones muy efectivas y poco efectivas se encuentra en la cultura cívica, en los valores internos que redundan no solo en efectividad, sino en satisfacción personal en el trabajo. Posiblemente, todos hemos vivido situaciones laborales donde los conflictos internos y el individualista 'sálvese quien pueda' hacen más duro y emocionalmente desgastante al trabajo. Una buena ciudadanía organizacional se integra a planes de trabajo, de evaluación y remuneración. Las mejores organizaciones hacen de comportamientos ciudadanos parte de su cultura y valores. La clave para desarrollarlos está en el ejemplo de los jefes.
Enrique.Ogliastri@incae.edu
Ciudadanos de su organización
El éxito de la apuesta dependerá fundamentalmente de mantener y estandarizar la calidad de la enseña
POR:
Enrique Ogliastri
-
guardar
save_article.message.success_title save_article.message.successsave_article.message.success_updated_title save_article.message.success_updatedHa ocurrido un error al intentar guardar este artículo
- Reportar error
- Seguir economía
Lo más leído
Destacados
Más Portales
Nuestros columnistas
día a día
Lunes
martes
Miércoles
jueves
viernes
Camilo Sánchez
Inconveniente humo constituyente
Nuestra responsabilidad histórica está en evitar que cantos de sirena sigan dividiendo al país.
María Sol Navia V.
¿Ha logrado la mujer superar barreras?
Otros Columnistas
Importancia del agua en agenda empresarial
Gonzalo Gallo González
Shoganai - Gamán
Rafael Herz
Liviandad y crueldad
Camilo Herrera Mora
Fundador de Raddar
Críticos
Victor Muñoz
Emprendedor, investigador, analista
Rumbo al Armagedón en el 2026
Rodrigo Villamizar
Director Electra CDP
Colisión de tarifas e importación de gas: una bola de nieve social
La gente demanda es que bajen los precios de la electricidad que consumen.
Ricardo Santamaría
Analista
Hay María Corina para rato
La historia de estas elecciones en Venezuela es que quizás nunca lleguen a realizarse.
Cristina Vélez
Decana Escuela de Administración, Universidad Eafit