Colombia sigue siendo un país eminentemente agrario, a pesar de la disminución de 1,1 millones de hectáreas de uso agrícola y silvícola en los últimos 15 años. Hoy, el sector genera el 26% del empleo total, tiene una producción que representa alrededor del 7% del PIB y sus exportaciones corresponden al 20% del total nacional, lo que condiciona significativamente los fundamentales de la economía. El país requiere mantener un sector agropecuario saludable, y el Gobierno Nacional darle la importancia estratégica que sea la base para una paz duradera y una economía agrícola robusta, con seguridad alimentaria y sostenibilidad ambiental que integre grandes y pequeños productores.
Cabe preguntarse qué queremos de nuestro sector agropecuario para los próximos 10 años. Sin duda, es necesario identificar cuáles son los productos actuales y nuevos a privilegiar y los volúmenes esperados de producción y consumo, teniendo en cuenta nuestras ventajas competitivas y las posibilidades de mejorar la productividad, lo que nos debe dar una respuesta para hacer la investigación científica agraria e innovación que cambie la tendencia negativa en la productividad. También hay que considerar el crecimiento de la demanda efectiva de tales productos a nivel local y mundial, donde se anticipa un aumento por la preferencia de proteínas de origen animal, aceites y oleaginosas.
Para que el país tenga un sector agropecuario competitivo, debe definir el uso potencial por productos en las tierras arables (mecanizadas) y no arables, en función de su potencial para agricultura y/o ganadería, producción empresarial y/o agricultura familiar, mercado interno y/o externo, posibilidades de adecuación a riego, en las que se enmarquen otras unidades agrícolas familiares y empresariales. Este marco sería la base para la orientación de las nuevas políticas y programas de apoyo e incentivos que estén alienadas con la redefinición del mapa productivo.
La estrategia debe aumentar la competitividad y productividad del sector, identificando y superando los cuellos de botella en infraestructura, y promoviendo capacitación, asistencia técnica, investigación científica e innovación agrícola, aplicación de las tecnologías adecuadas y mejoramiento de variedades locales de semillas, y acciones que integren la logística de las cadenas productivas, racionalizando rutas de abastecimiento y el acceso a los diferentes mercados. Todo esto debe ir acompañado de un plan integral que mejore la calidad de vida de la población en las zonas rurales.
Las temáticas agropecuarias contempladas en el próximo censo agropecuario del Dane muestran un alcance amplio para identificar aspectos topográficos y entender particularidades en el mapa productivo actual de lo que representa la agricultura lícita empresarial y familiar, la importancia de su contribución en el valor bruto de producción, qué y quiénes producen, nivel de inversiones e inventario, nivel de productividad, quiénes son productores comerciales o de subsistencia, entre otros aspectos.
Lo anterior es fundamental para dimensionar el esfuerzo de recursos y presupuesto del Gobierno Nacional para encuadrar la población agrícola entre los criterios de un programa integral de fortalecimiento de productores empresariales y agricultura familiar, que debe ser acordado conjuntamente con gremios y organizaciones campesinas. Mientras tanto, un plan de choque transitorio será necesario para apagar los incendios actuales y los que se avecinan.
Francisco Barnier G.
Consultor Privado