Esta semana el Fondo Monetario Internacional (FMI) actualizó sus proyecciones económicas globales. Para América Latina la perspectiva de crecimiento del PIB para 2021 es de 4,1 por ciento y de 2,9 por ciento para el próximo año.
Si bien esta estimación es cinco décimas más alta que el pronóstico de octubre pasado, la incertidumbre sigue marcando las perspectivas del comportamiento de la economía de la región.
Una lectura similar tienen las Naciones Unidas, que estimaron el crecimiento económico latinoamericano de este año en curso en 3,8 por ciento y de 2,6 por ciento para 2022. Los pronósticos le apuntan a una recuperación lenta para el subcontinente, y muy amarrado a la velocidad con que se desplieguen los planes de vacunación.
América Latina se consolida como una de las regiones más golpeadas, tanto en materia económica como sanitaria, por la pandemia del coronavirus. No solo el número de contagios sigue creciendo y varios países de la región concentran un gran volumen de casos, sino también el impacto en las economías está deteriorando notablemente los indicadores de pobreza y de bienestar de la población.
Por ejemplo, la Organización Internacional de Trabajo (OIT) publicó esta semana un reporte en el que la región latinoamericana registra una pérdida de 16,2 por ciento de horas laborales en 2020, equivalente a unos 39 millones de empleos.
Ya se convirtió en paisaje la advertencia de la “década perdida” como grave consecuencia de la pandemia para América Latina. Pero detrás de esa estimación se esconden retrocesos lamentables en materia de mercado laboral, de ingresos a los hogares más pobres, de consolidación de una clase media emergente con sus demandas políticas.
Colombia, en mayor o menor grado, no es ajena a esos desastrosos impactos sociales.