Pedro Castillo toma desde hoy las riendas de Perú, lo que se prevé que suponga un importante viraje no solo en cuanto al manejo económico del país vecino, que se le ha considerado uno de los bastiones del libre mercado latinoamericano durante las últimas décadas, sino también un golpe en las fichas del tablero político de la región entera.
El nuevo presidente, izquierdista y profesor de escuela rural de Perú, que venció a Keiko Fujimori en el balotaje, sigue sembrando dudas de cómo logrará encaminar sus políticas económicas para revertir la fuerte crisis provocada por la pandemia y lograr el crecimiento de incluso más de 10 por ciento que se está estimando en estos momentos.
La tarea no es sencilla, pues el PIB de Perú se desplomó 11,2 por ciento en 2020, la pobreza superó el 30 por ciento de la población, el desempleo se incrementó en más de dos millones de personas (con una población de alrededor de 33 millones de personas), y el déficit fiscal escaló hasta el 8,9 por ciento.
Y las recetas que ha planteado Castillo bajo su programa de ‘economía popular’ no convencen al mercado, a pesar de que él mismo dijo recientemente que “ni somos comunistas ni somos chavistas, no le vamos a quitar la propiedad a nadie”.
Entre el menú de propuestas se encuentran algunas como el incremento de impuestos a la minería, medidas proteccionistas para el agro y otras industrias, más participación del Estado e inversión pública, e incluso una reforma agraria y una nueva constitución.
Latinoamérica está pendiente del rumbo que tomará el gobierno de Pedro Castillo en el inicio de su mandato, con la esperanza de que no se descarrile una senda de recuperación que la región tanto necesita.