Lo corrido del mes de mayo ha sido testigo de un crecimiento desbordado de los casos de la covid-19 en América Latina. Brasil se acabó de convertir en el tercer país con más contagios oficiales del mundo. Perú supera los 100 mil y la disparada en Chile forzó un nuevo cierre de Santiago, su capital.
Tras azotar Europa y golpear con severidad Estados Unidos, América Latina se está transformando en un importante foco de la pandemia. De hecho, en los 20 primeros días de mayo, la región pasó de 230 mil casos a más de 589 mil, un aumento de 156 por ciento. Brasil, la nación más poblada, responde por 182 mil de los 359 mil nuevos contagios, aproximadamente la mitad.
Esta situación es preocupante, ya que países dentro del listado con mayor número de casos globales- Estados Unidos, Reino Unido, Italia y España- reportan crecimientos mensuales mucho menores que los de los latinoamericanos.
Las consecuencias de América Latina como foco creciente de casos son terribles. En primer lugar, los sistemas de salud no cuentan con las infraestructuras necesarias para enfrentar picos de contagio como los europeos. Si naciones del Viejo Continente como Italia y España experimentaron esas debacles severas de sus redes hospitalarias, sus contrapartes latinoamericanas vivirían una tragedia de grandes proporciones.
Otro aspecto es el económico. Las proyecciones de pobreza de la Cepal muestran un escenario en 2020 con tasas entre 33,7 y 35,8 por ciento, esto es, 28,7 millones de personas adicionales. Argentina, Ecuador, México y Brasil enfrentarían los aumentos más duros. Avances sociales sufrirían serios retrasos. Junto a estos deterioros de los indicadores sociales se añaden las pésimas proyecciones regionales y duras caídas en el PIB.
En materia política, una salida de control de la pandemia en América Latina no solo desembocaría en crisis sanitarias y contracción económica sino en malestar político y social.