Al principio de este año, la narrativa principal de la campaña de reelección del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, giraba en torno a los resultados de la economía.
La agenda económica de la Casa Blanca, las ‘Trumponomics’, en los pasados tres años tuvo dentro de sus principales acciones recortes para los impuestos de las empresas, la tasa de desempleo en sus mínimos históricos en décadas y el despliegue de una errática política comercial, con más populismo que resultados.
Esos indicadores positivos empujaron a su vez un comportamiento dinámico en los mercados. Si bien Trump polarizaba una nación ya de por sí dividida ideológicamente, la evaluación de su gestión económica no era tan mal calificada.
Mientras la oposición demócrata escogía en los primeros meses de 2020 a su carta para las elecciones de noviembre, el exvicepresidente Joseph Biden, el equipo de Trump pulía los mensajes económicos frente a los ataques sobre la moral y las fallas de personalidad del hoy mandatario.
Todo esto cambió con la dura irrupción del coronavirus en Estados Unidos. Los buenos resultados de la economía se borraron de un plumazo y dieron paso a un sombrío panorama.
En materia de crecimiento la pandemia frenó la dinámica positiva de la economía norteamericana y la contrajo un 4,8 por ciento el primer trimestre. En unos dos meses la tasa de desocupación saltó a 14,7 por ciento y 36 millones de estadounidenses han pedido beneficios de desempleo.
Si bien Trump impulsó el más costoso paquete de ayudas económicas a empresas y hogares, su mensaje alrededor del manejo de la pandemia ha sido contradictorio, caótico y, en muchas ocasiones, contrario a la evidencia científica.
Ahora Estados Unidos se debate en un proceso desordenado de reaperturas económicas mientras que la principal amenaza para la reelección de Donald Trump no es su contradictor demócrata sino el coronavirus.