Esta semana tuvo lugar un llamado que sorprendió a la economía internacional y, en especial, a la industria petrolera. La Agencia Internacional de Energía, que es el ente multilateral que lleva décadas coordinando las políticas para garantizar el suministro de crudo, trazó su hoja de ruta de futuro, en la que su cambio de visión fue radical: desde ya se debería dejar de invertir en nuevos proyectos.
Aunque su plan contempla seguir desarrollando los nuevos proyectos de este año, asegura que es un paso necesario para la neutralidad de carbono al 2050, el que considera que es el gran reto de la humanidad.
Pero no solo eso. El plan de la AIE también contempla que desde 2035 se dejen de vender vehículos con motores de combustión, que al 2030 se cierren todas las plantas de carbón que no sean eficientes, y que el crecimiento de la transición energética debería avanzar el triple de lo actual.
La electrificación cumple un papel fundamental, y por eso pone el ejemplo de que de aquí a 2030 se debería instalar cada día una planta solar del tamaño de las más grandes que existan hoy en día. Su plan pasa porque las energías fósiles bajen del 80 por ciento actual en cuanto a las necesidades de energía, a tan solo un quinto, y que el parque automotor eléctrico sea en dos décadas del 60% del total.
Este cambio radical de paradigma seguro que sorprendió a la industria petrolera, y habrá que ver si este sector tiene la capacidad de llevar a cabo una transformación así en el corto plazo. No obstante, más allá del plan, no es menos cierto que el cambio climático es uno de los mayores desafíos que tendrá el mundo en los próximos años, e ir dejando atrás las energías fósiles está en el centro de esos esfuerzos.
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