Termina el 2021 en medio de un ambiente de reactivación, de percepciones optimistas de empresarios, reapertura de negocios y reanudación de la interacción social. Pero hoy, día en que se celebra Navidad, es buen momento para recordar que la recuperación, por más dinámica que sea, deja rezagados.
Si bien los puestos de trabajo han venido cerrando la brecha en comparación con 2019 y los ingresos de muchos hogares han mejorado, el choque del 2020 hundió a millones en la pobreza y muchos de ellos aún no ha podido salir de esta condición. La recuperación de la economía, así como las ayudas gubernamentales, seguramente han mejorado las condiciones de cientos de miles de trabajadores. De todas maneras, la pérdida de bienestar de tantos compatriotas les impide unirse al entorno más optimista con el que concluye el 2021.
Otra población que merece una reflexión es la de los migrantes venezolanos. La pandemia ha contribuido a “enfriar” la inicial bienvenida que la sociedad colombiana le brindó a los llegados del país vecino. De acuerdo a sondeos recientes, la opinión pública rechaza mayoritariamente a estos inmigrantes. Si algo deja la historia bíblica de la Natividad, es precisamente que la recepción y ayuda a los refugiados débiles y vulnerables está en el corazón de las enseñanzas cristianas.
El reciente Pulso Social del Dane ratifica que, para un bloque de hogares colombianos, la reactivación no ha llegado del todo. Preocupan en particular los niveles de inseguridad alimentaria: al menos un 18,7 por ciento de jefes de hogares han pasado de tres a dos comidas diarias por la pandemia. En casos como Barranquilla y Cartagena esa diferencia supera los 40 puntos porcentuales. En Nochebuena esos rezagados no se deben olvidar.
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