La semana pasada el Dane publicó los resultados de la decimotercera ronda de la encuesta de Pulso Social, que busca medir los impactos de la pandemia del coronavirus en los hogares colombianos y sus percepciones sobre la situación económica, la vacunación, entre otros temas.
La organización nacional estadística encontró que en el mes de julio el nivel de confianza de los consumidores registró 35 puntos, el más alto desde que iniciaron las mediciones en julio del año pasado.
Estos datos se sintonizan con la consistente mejora de las perspectivas sobre el desempeño de la economía nacional desde las industrias, los comercios y los hogares que se ha reportado desde el levantamiento de los bloqueos del paro nacional.
Si bien el porcentaje de colombianos que describe su situación económica como “peor y mucho peor comparada con la de hace 12 meses” ha venido disminuyendo, en julio ese bloque sumaba el 50,3 por ciento de los hogares. No obstante, cuando se pregunta sobre la situación dentro de un año el pesimismo cede y solo un tercio de los colombianos visualiza un futuro “peor y mucho peor” que el de hoy.
Es inocultable el momento positivo que atraviesa la economía nacional y las perspectivas desde los hogares. Sin embargo, hay cifras dentro de la encuesta Pulso Social que siguen preocupando. Por ejemplo, la inseguridad alimentaria no cede: son 20 puntos porcentuales la caída en un año del porcentaje de hogares que dejaron de consumir las tres comidas diarias. Otro dato a atender es el del 11,2 por ciento de colombianos que reportan no tener ningún ingreso.
En conclusión, el pulso económico refleja una ola de optimismo que mejora tanto las percepciones como la reactivación de las actividades productivas.
Pero no se deben desatender esas señales de alerta no solo sobre los efectos del choque económico en hogares pobres y vulnerables sino también sobre los que no están montándose en los vagones de la recuperación.
Francisco Miranda Hamburger
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