Aunque la crisis de la pandemia ha golpeado a toda la economía nacional, no todos los impactos son iguales. Para la muestra un botón crítico: el archipiélago de San Andrés y Providencia. La altísima dependencia de la economía isleña en más del 90 por ciento de las actividades turísticas tiene al departamento en la postración.
De acuerdo a un estudio del Banco de la República sobre los impactos de la covid-19 en las distintos territorios del país, la isla de San Andrés, junto a Antioquia, Boyacá, Santander y Valle del Cauca, se cuenta dentro de las economías regionales más afectadas.
Al confinamiento que encerró a toda la población continental se suman los cierres de fronteras, la prohibición de vuelos comerciales y la salida masiva de los últimos turistas a fines de marzo . Las pérdidas con el 60 por ciento de los trabajadores isleños en cuarentena se estimaron en unos 98.000 millones de pesos al mes.
Esta vulnerabilidad territorial, económica y social se expresa en el cierre de unas 163 empresas, según cifras de la Cámara de Comercio de San Andrés, con las respectivas consecuencias en el empleo, y en la caída de los ingresos departamentales. Hoteles, comercios y demás negocios alrededor del turismo no tienen hoy una hoja de ruta clara y definida para el regreso de los turistas.
Incluso muchos habitantes de la isla están pidiendo el regreso a sus regiones de origen.
A lo anterior se añade la presencia de organizaciones de narcotraficantes que pueden aprovechar estos tiempos de crisis profunda en las islas para extender su influencia.
Es evidente que el archipiélago necesitará de una atención especial para ajustarse económica y socialmente a la “nueva normalidad” en medio del coronavirus. Este ajuste podría abrir el espacio para el diseño de un sector turístico más enfocado en la sostenibilidad y en la calidad de servicios que, por ejemplo, en la aglomeración. Asimismo, reducir un poco la dependencia a los viajeros.
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