Hace pocos días el Dane publicó la cifra oficial de crecimiento del PIB anual de 2021. La economía colombiana registró un aumento de 10,6 por ciento, superando las expectativas de analistas. En simultánea, reportó la inflación anual del mismo período, que bordeó el 7 por ciento. También un guarismo que despertó atención, pero por razones distintas.
Como se ha descrito anteriormente estas dos realidades económicas en el país han conducido a un choque entre una narrativa de reactivación más optimista y positiva, que contrasta con los impactos negativos que la disparada de los precios al consumidor genera en los hogares. Si bien ambas dinámicas son tangibles, las alzas que los colombianos están experimentando en más del 90 por ciento de la canasta básica inclinan la balanza a una percepción negativa del rumbo económico.
Si bien este ambiente marcado por el pesimismo y la desfavorabilidad de la ciudadanía en temas económicos y de empleo ya se está traduciendo en los sondeos de opinión pública, es necesario abordar el resultado del crecimiento con algo de perspectiva. Por ejemplo, el PIB de los países Ocde creció el año pasado 5,5 por ciento. A falta de algunos datos oficiales, Colombia sería la economía que más creció en ese club de las buenas prácticas.
Aunque el golpe de la inflación, especialmente en hogares pobres y vulnerables, es tan duro como para disipar el optimismo del año de la reactivación, es crucial para la economía sostener esta dinámica de crecimiento. Sin desconocer que este ritmo requiere incorporar la generación de más puestos de trabajo y cerrar varias brechas frente al escenario pre-pandemia, los esfuerzos hacia el mantenimiento de la reactivación no deben cesar, así hoy no sean tan bien calificados ni comprendidos.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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