Durante las últimas semanas, las palabras desaceleración y recesión han ingresado por completo en el vocabulario de todos los países del mundo, que ven cómo tras un 2021 muy positivo desde el punto de vista del crecimiento económico, en algunas latitudes ese dinamismo ya es menor este año y se espera aún más decepcionante en el 2023.
Prueba de ello es el caso de Colombia, que tras crecer un 10,7 por ciento según la cifra revisada por el Dane, y un 10,6 por ciento en el primer semestre de este año, se espera que esa cifra sea significativamente más baja en el próximo ejercicio, a una tasa de avance de 2,2 por ciento según el Ministerio de Hacienda -rebajando el dato desde el 3,2 por ciento anterior-, o de 1,8% de acuerdo con las últimas estimaciones que realizó Corficolombiana.
Uno de los informes más recientes que dan cuenta de esta creciente preocupación internacional es el reporte que esta semana lanzó el Banco Mundial, cuya conclusión es clara: el riesgo de que en el próximo 2023 haya una recesión global están aumentando cada vez más.
Según indica el informe del organismo internacional, el alza simultánea de tasas de interés por parte de los bancos centrales de todo el mundo para luchar contra la elevada inflación en una sincronización “no vista en las últimas cinco décadas”, unido por supuesto a los efectos internos de los altos precios y también por las todavía presentes disrupciones en el comercio, ya están generando “la desaceleración más pronunciada luego de una recuperación posterior a la recesión desde 1970”.
Estos vientos de cara para el 2023 vienen con riesgos para la economía internacional, que por obvias razones acabarían golpeando también a Colombia: la más llamativa, lo que el BM denomina una “cadena de crisis financieras en las economías emergentes y en desarrollo” que según la institución podría generar un daño permanente y, por tanto, bajos crecimientos durante los próximos años.
Cuando países como Colombia más necesitan seguir creciendo, una nueva recesión global pondría en riesgo las recuperaciones necesarias en empleo, pobreza y desigualdades. Esperemos que el impacto sea menor al esperado.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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