MIÉRCOLES, 06 DE DICIEMBRE DE 2023

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Francisco Montes
columnista

Inversión extranjera directa

Colombia debe salirse del esquema tradicional de los flujos de capital que dependen de los diferenciales de tasas.

Francisco Montes
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Francisco Montes

Al analizar la inversión extranjera directa en Colombia realmente deja más incertidumbre que motivos de tranquilidad.

Las variaciones entre los trimestres son una montaña rusa. Sucede lo mismo con las cantidades nominales, las cuales son presentadas en millones de dólares.


Son ellas la representación de los volúmenes de dinero que entran al país y en cierta medida una señal de la rentabilidad, las necesidades o la confianza que perciben los inversionistas.

Entre el 2002 y el 2018 los países que mayor interés tuvieron para invertir en Colombia han sido Estados Unidos, España, Suiza, Inglaterra, México, Holanda, Canadá y Barbados. Estados Unidos a la cabeza con 35 mil millones de dólares, seguido por Inglaterra y España con 20 y 15 mil millones respectivamente.

Es tal la volatilidad de la inversión extranjera al punto que se puede pensar en la presencia de un alto grado de especulación.

Desde la ciencia económica se ha encontrado que los diferenciales de tasas de interés, la confianza en el mercado y en términos generales la rentabilidad que ofrece la economía de los países, son los determinantes que estimulan la inversión. Lo interesante de esta volatilidad es que ha persistido en la historia económica de Colombia.

Pero también hay que considerar que en promedio se ha mantenido en crecimiento. Por ejemplo, entre el 2007 y el 2018 su tendencia es positiva. Ello no obstante de las fuertes caídas que ha tenido entre un trimestre y otro, pero asimismo existen incrementos sorprendentes que la compensan.

En este orden de ideas el reto actual es buscar la estabilidad inversionista. El gobierno debe preocuparse de que esa estabilidad no esté sujeta a la administración de turno.
Ese equilibrio debe ser una ecuación en función del sistema productivo del país y de una política de Estado que debe tener como termómetro la tasa de rentabilidad y como mecanismo de ajuste la construcción de una ingeniería económica que cubra riesgos inesperados.

No debe depender de los momentos de la política monetaria porque en ese sentido se convierte en un espantajo dada la medición de fuerzas entre la inflación y la tasa de interés. De paso la cantidad monetaria que circula por las calles hace su agosto toda vez que la informalidad en Colombia es un fantasma que tiene hilos económicos.
La inversión extranjera debe dejar de considerarse como un termómetro político.

Colombia debe salirse del esquema tradicional de los flujos de capital que dependen de los diferenciales de tasas, de oportunidades tributarias o de modas en el consumo que motivan a inversionistas y especuladores.

La inversión extranjera no sólo debe mirarse como la señal que refleja la salud económica. Debe ser la respuesta a los buenos manejos, transparencia y el desarrollo de una economía del conocimiento.

Francisco Montes Vergara
Magister en economía e ingeniería 
fjmontes4@hotmail.com

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