MIÉRCOLES, 06 DE DICIEMBRE DE 2023

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Gabriel Rosas Vega

Informar bien a los lectores

Gabriel Rosas Vega
POR:
Gabriel Rosas Vega

Preocupado por el rumbo que pueda tomar el trámite de la reforma tributaria, en la columna de El Tiempo, el domingo pasado, Guillermo Perry llama la atención de economistas y columnistas especializados para que en una especie de cruzada de buena información nos pongamos en la tarea de ilustrar, en forma correcta a los lectores, congresistas y a la Corte Constitucional sobre aspectos básicos de la tributación, en particular aquellos que se han convertido en mitos y que deben ser despejados.

El rigor académico que caracteriza las intervenciones de Perry, así como su experiencia en el campo de las finanzas públicas, le otorgan un alto grado de autoridad para debatir con propiedad estos asuntos. Por eso, me parece que el llamado que hace debería ser atendido, no sin antes advertir que la discusión será difícil, no sólo porque para muchos pagar impuestos es desagradable, sino porque la percepción sobre la forma de cumplir la obligación cívica de contribuir al sostenimiento del aparato estatal es diferente de un individuo a otro.

Desde la época en que Adam Smith incorporó los principios de la imposición hasta hoy, han constituido un capítulo continuado e importante de las finanzas públicas.

Esa continuidad temporal ha acumulado sobre ellos una extensa y encontrada literatura.

Extensa, ya que pocos especialistas han renunciado a pronunciarse sobre el número, el contenido y la validez de los principios, y el trecho temporal que separa nuestro tiempo de la riqueza de las naciones es de dos siglos.

Pero algo más; esa extensa y abundante literatura no es ciertamente pacífica. Si los principios de la imposición tienen un algún significado, este no es otro que el de servir para lograr valoraciones sobre los fines que se le atribuyen en un periodo histórico concreto.

Ahora bien, centrando la atención en los llamados mitos, el primero de los cuales es la creencia de que todos los impuestos directos son redistributivos, debo confesar que mi tendencia intelectual se ha movido dentro de esa creencia.

Sin embargo, es evidente que es muy difícil mantenerse estático en esa doctrina, a sabiendas de que por deficiencias en la administración del tributo –en particular el de renta– se torna altamente regresivo.

Valga para ilustrar el caso, recordar que al amparo de los problemas de control a la información los asalariados terminan pagando más impuestos que los rentistas.

A su turno, si bien el predial en el papel es una buena forma de tributación, el manejo atolondrado que le dan algunos municipios y la influencia que ejercen los llamados ‘gamonales’ al momento de fijar las tarifas, le restan eficacia al gravamen.

De manera preliminar, en lo que tiene que ver con el IVA, he estado en la línea de considerarlo regresivo. Empero, en algo he modificado mi postura, pues no puedo dejar de reconocer la ventaja que reporta el mayor recaudo y la relativa facilidad de su administración.

El inconveniente que tiene gravar la canasta familiar, la tomo en cuenta, aunque no debía hacerse de lado la posibilidad de estructurar un sistema de devoluciones con el objeto de flexibilizar el sistema.

Por último, en tanto no se precise la fuente con la cual se sustituirían los parafiscales, no creo posible eliminarlos.

Por supuesto, esta postura no deja de reconocer, los inconvenientes que acarrean estos gravámenes a la generación de empleo.

Gabriel Rosas Vega

Exministro de Agricultura

rosgo12@hotmail.com

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