Aunque el título de esta nota sugiere un tema técnico muy complejo, no es así. Se trata simplemente de llamar la atención sobre la necesidad de que todo agente económico debe saber y entender bien que cualquier movimiento en la actividad económica mundial se transmite a las demás economías y, por tanto, es necesario analizar y medir el impacto que producen esos movimientos.
Quien hace estos ejercicios, encontrará que, por lo menos en los últimos 20 o 30 años, no se puede hablar de estabilidad de la economía. El debilitamiento del dólar y de las monedas europeas, la especulación en los mercados, entre otros factores, marcan una etapa crucial en lo que se puede denominar “la mayor inestabilidad dentro de la inestabilidad”.
En la economía universal, las vicisitudes que han enfrentado no son producto del desconocimiento de la situación económica, pues tenían un derrotero más o menos claro; sabían a ciencia cierta dónde estaban las causas y los males y, especialmente, tenían bien definidos los centros de poder y de decisión.
Luego de la ocurrencia de los fenómenos brevemente aludidos (embargo petrolero, crisis en la comunidad económica europea y otros), perdió su norte, de una parte, por la agudización de los problemas económicos, gracias al importante papel que el hidrocarburo destaca y, de otra, por la nunca imaginada cesión de poder de los países industrializados en beneficio de unos cuantos en proceso de desarrollo, lo que alteró la estructura del poder económico y político. Estas, que serían las causales universales del rompimiento histórico ‘del orden internacional’, por razones obvias, tuvieron y tienen un reflejo en la economía colombiana, ocasionando alteraciones difícilmente percibibles y controlables.
No ha sido esta para el país una situación que se presentara de manera aislada. En efecto, con sucesivos cambios de gobierno, la llegada al poder de personas sin un claro derrotero filosófico y, lo que es más grave, sin organizaciones políticas que respondan por las decisiones en un proceso que podría calificarse de generación espontánea, el país ha experimentado alteraciones apreciables en su orientación económica, lo que ha contribuido a que se registren movimientos oscilatorios comparativamente más intensos que en el pasado inmediato.
En estas condiciones, a partir de una visión del comportamiento de la economía mundial, considerado dentro de esta las naciones y los acontecimientos económicos más relevantes, y partiendo en dos el lapso más reciente, es bueno insistir en el grado de influencia que las variaciones originan en el mecanismo económico.
Hasta hace poco era tradicional, y de forma casi generalizada, que el análisis económico se condujera bajo el supuesto implícito de economías cerradas. Así, cuando se debaten temas como la sostenibilidad de precios, el desempleo y la efectividad de las medidas de política, poca atención se presta a las posibles repercusiones originadas más allá de las fronteras geográficas. Tal supuesto aislamiento ha conducido a que no se cuestione la validez de los modelos explicativos del funcionamiento del sistema económico, que parten de la ausencia de efectos de carácter internacional. Con todo en nuestro medio, se sigue actuando de manera aislada y sin considerar el efecto que tiene en el equilibrio general la transmisión de los problemas externos. Para la muestra, un botón: el caso del sector agropecuario es una demostración cabal de este punto de vista.