A veces demasiado de algo bueno termina dando malos resultados. Por años, un problema para muchos países de Latinoamérica era la caída de sus monedas, que daba como resultado inflación o precios más caros al viajar al exterior. Para los habitantes de la región no cabía duda de que el dólar era una moneda fuerte y la de su país débil, condenadas a continuas devaluaciones, salvo por breves periodos. Pero, cómo cambian los tiempos. Actualmente, para muchos el problema es el opuesto, monedas que se aprecian frente al dólar.
Empecemos con algunos números. A comienzos del 2009 se necesitaban 2,3 reales brasileños para comprar un dólar. Hoy, con 1,7 reales te dan vuelto. Es decir, quien ganaba 1.000 reales en enero del 2009 tenía unos 430 dólares. Ahora, ese mismo salario compra casi 600 dólares; un aumento de casi 40 por ciento.
Y no es sólo Brasil. En México el dólar baja de 13,8 pesos a 12,3 en el mismo periodo. En Colombia, de 2.200 pesos a 1.900. En Chile. de 630 a 470. Y la historia se repite en casi toda la región.
¿Pero no son estas excelentes noticias? Al fin y al cabo buena parte de esta mejora en las monedas se debe a la cantidad de dinero del exterior que está llegando a la región. Los inversores internacionales confían que Latinoamérica crecerá más rápido que el resto del mundo, y envían aquí parte de sus ahorros, lo que hace que se aprecien las monedas locales. Las divisas más fuertes son señal de confianza, y para los consumidores el dólar más barato significa que pueden comprar más del exterior, ya sea en viajes o importaciones. Pareciera que son sólo buenas noticias.
Pero no hay nada gratis, como dicen los economistas. El problema es que una moneda más fuerte lleva a que las exportaciones se vuelvan más caras. Así, si un país vende menos al exterior tendrá menos empleo. Esto es lo que preocupa a los países de la región, que sus productos se vuelvan caros y que eso afecte sus economías. Una moneda un poco más fuerte es buena noticia, pero si sube demasiado, muchos se quejarán y pedirán al Gobierno que haga algo.
Frente a esto las naciones han reaccionado de formas diferentes, pero cada vez más hablan de intervenir en los mercados para mantener una tasa de cambio más competitiva. Hasta hace poco, Chile declaró que dejaría a los mercados determinar la tasa de cambio, pero más recientemente su Banco Central anunció que compraría dólares para desacelerar la apreciación. Brasil tiene un enfoque más directo y ha creado impuestos destinados a frenar un poco los flujos del dinero al país. En otra parte del mundo, Tailandia ha tomado medidas similares a Brasil.
Pero no está claro que estas decisiones hagan mucha diferencia. En la medida en que Latinoamérica continúe creciendo más que los países desarrollados y que los inversores internacionales tengan confianza en la región, es de esperar que las monedas locales continúen fuertes. Ante esto, sólo quedará adaptarse incrementando la productividad. Si el costo en dólares de los productos latinoamericanos sube, no se podrá competir sólo basado en el precio.
Aumentar la productividad de la región será, sin duda, uno de los principales desafíos de la década que viene. Latinoamérica crece desde el 2003 por una combinación de buenas políticas y buena suerte, ya que aumenta la demanda y los precios de lo que más vende. Pero eso conlleva a algunos problemas, como son las monedas más fuertes. La región tendrá que invertir más en infraestructura y capital humano, para mejorar su posición en el mundo. No será fácil, pero es un desafío más halagüeño que las muchas crisis que caracterizaron el pasado de nuestros países.
Un dólar más barato trae preocupaciones
Aumentar la productividad de la región será uno de los principapales desafíos de la dé- cada que vie
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