JUEVES, 07 DE DICIEMBRE DE 2023

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Germán Umaña Mendoza
columnista

Diez años después

La CAN sobre todo y, en menor medida Mercosur y la Aladi, serían los indicados para recuperar la fortaleza institucional y normativa de Venezuela.

Germán Umaña Mendoza
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Germán Umaña Mendoza

En el 2008 se crea Unasur, organización que evolucionó con un sesgo ideológico y político, influenciada especialmente por los gobiernos de Brasil (Lula), Venezuela (Chávez) y su área de influencia en el Caribe Insular, Ecuador (Correa) y, países supuestamente controlados por gobiernos de izquierda como Argentina, Uruguay y Bolivia. Otros participaron, pero siempre fueron invitados de segunda: Chile, Perú y Colombia.

Es curioso que sean estos últimos tres Estados sumados a Brasil, Argentina, Paraguay y Guyana los que crean Prosur, con la exclusión de Venezuela y la mirada escéptica de Uruguay y Bolivia. La evolución al otro extremo del péndulo pretendiendo imponer la ideología de la derecha económica, con todas las posibilidades de no despegar.

Mientras tanto, en Latinoamérica subsisten organizaciones de carácter técnico más que político, que se adaptaron a los nuevos tiempos, perdieron importancia política, pero mantuvieron su estructura institucional y los avances en armonización económica y comercial.

La Aladi es un actor importante con sus Acuerdos de Complementación Económica y el convenio de pagos, y juega un papel sustantivo en las relaciones bilaterales, incluso con Venezuela. La CAN conserva su fortaleza normativa y promueve el comercio y el diálogo entre los países Andinos, lo mismo ocurre con el Mercosur que ha servido para fortalecer y evitar rupturas entre Argentina y Brasil respetando las posiciones de los países más pequeños en este bloque como el Paraguay y Uruguay.

Son instituciones que en mi opinión conservan vigentes sus principios fundacionales y calladamente recuperan su liderazgo regional y, además, no se niegan a promover relaciones con terceros países y bloques, aunque algunos de ellos, especialmente en la CAN, se sienten de mejor familia y se niegan a que los países más pobres los acompañen en sus aventuras comerciales con los desarrollados.

Diez años después, Venezuela se encuentra aislado: Ni Unasur, ni Prosur, no forma parte de la CAN, ni lo aceptan como miembro pleno de Mercosur. Su economía, desde el 2013 y hasta ahora, colapsa: la demanda o consumo aparente ha disminuido en cerca de un 50 por ciento, sus cuentas externas son desastrosas, no hay en la práctica reservas internacionales, ni posibilidades de financiamiento y su deuda externa y los compromisos internacionales son inmensos.

El cambio en el modelo económico hacia un desarrollo sostenible parece inevitable, cualquier otra cosa es mantener una situación de crisis que tocó fondo. La CAN sobre todo y, en menor medida Mercosur y la Aladi, serían los indicados para recuperar la fortaleza institucional y normativa de Venezuela, con respecto a Latinoamérica.

De otra parte, será necesaria la adopción de una modernización en la regulación de seguridad a las inversiones, la incorporación de progreso técnico en las normas de la integración, la promoción del retorno de sus mejores profesionales y científicos, así como una política clara en la transición para atender las carencias de su población para el cumplimiento de los derechos humanos fundamentales.

Por dineros multilaterales y bilaterales no parecería que deberían preocuparse demasiado. Los prestatarios conocen claramente su capacidad de pago en el mediano y largo plazo, bastaría con la aceptación de condicionalidades en materia macroeconómica y de inversiones las que, hay que decirlo, serán en muchos casos draconianas.

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