Los efectos de la pandemia del covid-19 han desnudado los indicadores económicos en el mundo pero, más que nada, los acumulados sociales y productivos de los diferentes países y regiones.
Las políticas y los recursos destinados a cubrir necesidades básicas debido al desempleo, el subempleo, la pobreza, la debilidad de sistemas de salud y a enfrentar el descontento social, son divergentes en cada uno de ellos.
Revive el proteccionismo en nuestros dos principales referentes en los países desarrollados. Estados Unidos adopta una política ‘fordista’ para proteger su mercado de bienes y servicios y asegurar la consolidación de su tejido empresarial: aumenta aranceles y obstáculos técnicos al comercio, aplica medidas compensatorias sobre presuntos y no demostrados comportamientos de dumping, otorga subsidios a la producción y destina ingentes recursos del presupuesto público a cubrir los seguros en materia de empleo.
La Unión Europea aplica su propio ‘Plan Marshall’, gastando sus acumulados, se endeuda y decide avanzar con un plan de choque de 750 billones de euros que aseguren la recuperación económica en lo interno.
Poco le interesa lo que pase con el resto del mundo, mientras se recuperan sus indicadores económicos, de bienestar y empleo. Eso sí, no renuncian ni EE. UU. ni la UE a la aplicación de los Tratados de Protección de Inversiones y a la seguridad jurídica para sus multinacionales, así como a las ventajas monopólicas derivadas de los acuerdos para la protección de patentes, marcas y derechos empresariales comprados a autores y creadores.
La China, fortalece su mercado interno, solo importa lo que no produce, recibe la inversión extranjera necesaria orientada por el estado. Continua con su estrategia internacional, basada en sus ingentes reservas, de prestar a los países de interés, invertir directamente, vender bienes intermedios con valor agregado e incorporación de progreso técnico y comprar commodities y alimentos, con las ventajas derivadas del deterioro de los términos de intercambio de productos exportados por los países en desarrollo.
Basta mirar lo que se proyecta para el futuro: La Ocde en su informe de esta semana muestra una proyección de recuperación de EE. UU. frente a las predicciones catastróficas recientes. Se pasa de una proyección negativa de más del -7% de crecimiento en 2020 a -3.8% con una recuperación de por lo menos el 4% en el 2021.
La UE mantiene predicciones negativas estables para este año cercanas al -8%, pero con una rápida recuperación del más del 5% en el 2021. Por su parte la China, el origen de la pandemia, presenta proyecciones de crecimiento este año cercanas al 2% y la más rápida recuperación del mundo (mayor del 8%) en el año entrante.
En el otro extremo, los países latinoamericanos más poderosos (Argentina, Brasil y México), muestran indicadores negativos dramáticos en el 2020 y nulos signos de recuperación en el corto plazo.
Colombia caería menos de lo esperado y se recuperaría lentamente. Pero lo indudable es cómo la región profundizará la inequidad, el desempleo y la pobreza. No teníamos acumulados sociales y productivos para invertir en la crisis. El pasado no perdona.
Germán Umaña Mendoza
Profesor Universitario
germanumana201@hotmail.com