“Si se hunde Francia, se hunde Europa”. Frase lapidaria para tratar de convencer al resto del mundo de la necesidad de acabar con el Estado de Bienestar en ese continente.
El discurso sigue siendo el mismo, exceso de privilegios y derechos sociales para la población y, por otra parte, demasiados impuestos y pagos para los ricos generadores de empleo y crecimiento.
Olvidan, por supuesto, decir que durante el Gobierno de Sarkozy, recibieron estos últimos todos los privilegios.
La campaña es orquestada por la prestigiosa y casi siempre equivocada revista The Economist, y por las también casi siempre erradas en sus diagnósticos calificadoras de riesgo, para no permitir un aumento en el presupuesto de la Unión Europea, y que Alemania y la Gran Bretaña continúen sin pagar su deuda histórica con el resto de Europa.
Especialmente la primera, que solamente ha acumulado ganancias durante los últimos veinte años. “Socialicemos las pérdidas, no toquemos los beneficios acumulados”, parecería ser su consigna.
Afortunadamente, los franceses no son tan ingenuos.
Ellos saben que es mejor saber vivir que simplemente vivir.
En Latinoamérica, ante una situación difícil, ya hubiésemos vendido todo nuestro patrimonio, y si tuviéramos un Louvre, ya estaría privatizado.
Ya hubiésemos eliminado las 35 horas máximas de trabajo semanal a pesar de tener la mayor productividad de Europa y sometido a la regla fiscal exclusivamente a los derechos sociales y culturales, para favorecerlos de la propiedad.
Claro que hay dificultades, pero los caminos para su solución no pueden ser exclusivamente acabar con el ‘Estado de Bienestar’.
Habrá ajustes necesarios.
Afortunadamente, eso no impedirá continuar caminando por las calles de París, a pesar de que han aumentado los indigentes y los franceses pidiendo cigarrillos, soñando con ver en la madrugada a D’Artagnan saliendo subrepticiamente de París para rescatar las joyas de la reina en poder del seductor inglés.
O, cenar con la presencia de Hemingway en el ‘Polidor’, que desde 1845 permite degustar la mejor crema de lentejas.
Para luego caminar por los barrios bohemios y llegar a la esquina de la iglesia de Saint-Etienne du Mont, esa de ‘París de medianoche’, subirse al carro del tiempo para vivir los sueños del pasado y darse cuenta de que no siempre fue mejor.
Francia resiste. Europa tiene futuro, pero no el de la propuesta alemana o inglesa, en la que simplemente el mañana se encuentra en la desigualdad y la inequidad.
De eso, que nos pregunten a los países latinoamericanos, que nos preciamos de crecer, pero nunca de distribuir.
Habrá que renunciar a algo, pero nunca al desarrollo y a la sustentabilidad para simplemente favorecer los intereses de unos pocos ‘iluminados’ que consideran que el ejercicio de sus derechos incluyen los deberes de todos los demás, eso sí, para con ellos.
Germán Umaña M.
Decano de Economía, Universidad Central