En países que dependen en sus cuentas externas de la evolución de los precios de los commodities y especialmente de los del petróleo, se dice que cuando estos están a la baja se convierte en fundamental la palabra cambio en la política económica y –lo contrario también es cierto– cuando se recuperan se olvidan de todo y se reintegran a la feria del populismo y el despilfarro.
Y, es importante estar atentos al comportamiento de estos precios que están en aumento, lo que permitirá a los gobiernos respirar, relativamente, tranquilos en materia fiscal y mostrar una balanza comercial de bienes y servicios recuperándose a favor de las exportaciones y una disminución o superávit en la cuenta corriente, así como una recuperación en las entradas de inversión extranjera directa y, por supuesto, en la cuenta de capitales, lo que mejorará las condiciones de balanza de pagos.
Lo positivo: seguramente se detendrá el ritmo de incremento de la participación en el PIB del endeudamiento externo, y si a esto le sumamos los ingresos milagrosos de las empresas de celulares que perdieron su litigio con el Estado, la voracidad del Ministerio de Hacienda para descapitalizar empresas del Estado como el FNA, y la recuperación de los mercados internacionales agropecuarios y agroindustriales, los resultados del crecimiento de la economía, a partir del tercer trimestre del 2017, serán más positivos que las proyecciones de los analistas.
Lo negativo: el debate económico se centrará casi que en la dicotomía entre permitir cualquier clase de inversión minero-energética y las consultas a las comunidades. No se sorprendan, se le ‘torcerá el pescuezo’ a los defensores a ultranza del medioambiente y se promoverá la estrategia del crecimiento sobre la de desarrollo sostenible. ¿Existirá la posibilidad de un diálogo que conduzca a un punto medio entre las dos alternativas? Y, la palabra cambio ya no se encontrará en el vocabulario de los políticos y los economistas. Mejorarán las condiciones del corto plazo y de vuelta a inocular el virus de la ‘enfermedad holandesa’: gastar y no crear condiciones para nueva riqueza. También se aumentará la tendencia hacia el Alzheimer, con pérdidas de memoria y cambio en el comportamiento y el discurso de los falsos, pero eso sí, exitosos ‘gurús’ de la economía política.
Y los que no olvidamos, seguimos pensando que se pierde una oportunidad real para asegurar futuro a partir de cambios necesarios: políticas que antepongan los intereses de los pacientes sobre los financieros, reforma al régimen pensional, eliminando absurdos subsidios a los más pudientes, eliminar de tajo los parafiscales, las injustas exenciones y los fondos a ciertos sectores productivos que solo se prestan a la corrupción, imponer límites a la forma en que se despilfarran los recursos públicos que se le otorgan ‘dizque’ en administración a ciertas entidades, etc. Asimismo, rescatar políticas que promuevan el desarrollo de los sectores reales de la economía (industria y servicios de valor agregado) y colocar en el centro de las políticas el desarrollo de la ciencia, tecnología, innovación y educación y, más que nada, que el crecimiento contribuya a eliminar las brechas en la distribución del ingreso y la desigualdad.