Muchos pensamos que el año 2020 debería ser un año para olvidar. Sin embargo, cuando reflexionamos nos damos cuenta que debería ser realmente lo contrario.
Esta situación simplemente imprevisible nos desnudó y nos mostró en Colombia, en Latinoamérica y en el mundo, las terribles carencias de nuestra sociedad y la falta de preparación para dar respuesta a las dificultades.
No creo que nadie haya pasado por esta situación sin verse afectado muy al encontrarse frente a una realidad en la que aun los más optimistas se quedan sin respuestas. Eso es entendible. Lo que realmente desconcierta es la ausencia de propuestas de consenso como colectivo.
Las consecuencias sociales y económicas son desafortunadamente previsibles y en ninguno de los escenarios planteados existen perspectivas de una rápida recuperación. Hasta ahora hemos sido simplemente reactivos y las soluciones en la práctica se limitan a medidas de supervivencia. No parecería que existiera el tiempo para repensarnos como país y tomar decisiones de consenso para priorizar los temas esenciales para la reconstrucción.
Lo evidente es cómo las soluciones no se encuentran en la aplicación de medidas de choque que impliquen más de lo mismo. Las preguntas son sobre dos aspectos. El primero, el cumplimiento de los derechos humanos fundamentales: a la vida, a la salud, al empleo y a la educación.
El segundo, asegurar la sostenibilidad de un modelo de desarrollo que parta de un pacto social donde se defina una participación constante de las utilidades en el ingreso nacional y prioritariamente las del sistema financiero. Por encima de ese nivel automáticamente estas deberían pasar al gran fondo para la reconstrucción y para el cumplimiento de derechos fundamentales.
Pero no, las pocas propuestas que se han desarrollado y que provienen de la Academia y la sociedad civil organizada son acalladas o simplemente ni siquiera se consideran. Los medios de comunicación y las redes sociales se contaminan hasta el extremo de las falsas noticias, los dicterios y las descalificaciones o simplemente con la defensa de los intereses particulares.
No separamos el “oro de la escoria” y estamos atiborrados de lo último. A los anterior, debería sumarse un “pacto de no agresión” y de ningunear las manifestaciones de la insana política y denunciar la corrupción ¿A quién le interesan las aspiraciones personales de tanto oportunista con aspiraciones mesiánicas?
No olvidaremos jamás lo que hemos vivido en el 2020, aunque siempre existe la esperanza de salir de esta crisis fortalecidos. Pero, tampoco podremos desconocer cómo en medio de esta tragedia las prioridades de ciertos sectores fueron las de acabar con un proceso de paz, haber sido permisivos con la acción y el fortalecimiento de los violentos, con el aumento de las masacres de líderes sociales y haber hecho de las falsedades parte de una estrategia mendaz e imperdonable.
Basta ya. Esta Navidad es de nostalgia. Como nunca, deberíamos ser conscientes de cómo el pasado no perdona. El mejor regalo que podríamos darnos es definir la creación de un acumulado social de mediano y largo plazo que nos defina “la hoja de ruta” como sociedad en su conjunto.
Germán UmañaMendoza
Profesor universitario.
germanumana201@hotmail.com