El papel dominante de las ideologías políticas que se superponen sobre los intereses de la sociedad ha profundizado las falencias en el ejercicio de una real alternativa democrática.
Si la democracia es realmente un “sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes”, podríamos afirmar que existe una verdadera contradicción entre las aspiraciones del electorado y sus resultados.
¿Cómo le va a Latinoamérica con esa aparente legitimidad democrática? Desafortunadamente nos encontramos, unos más que otros, entre los países más desiguales del mundo, con unos poquísimos rentistas, que no actores productivos, los cuales concentran gran parte de la riqueza y, en el otro extremo, un creciente porcentaje de excluidos a los que cada día los abandona todo… hasta la esperanza.
Esta profunda divergencia es el resultado histórico del desarrollo de un modelo de crecimiento donde sus resultados han significado la perpetuación de un modelo político, económico y social que en aras del respeto de la libertad individual, provocó el detrimento de las aspiraciones de la sociedad en su conjunto.
Es la ‘globalización sin rostro humano’ que tuvo su más perversa manifestación en la pandemia, donde se profundizó la desigualdad y se engrosaron las huestes de los ‘condenados de la tierra’, lo que condujo a un aumento real en los indicadores de pobreza absoluta y monetaria.
Las consecuencias de esa situación son evidentes: disminución en el cumplimiento de los derechos humanos y las libertades fundamentales, concentración indeseable al servicio del ejecutivo de los poderes públicos en lo jurisdiccional y en los organismos de control, y cada vez una menor transparencia de la administración pública, regional y nacional y, adicionalmente aumento de la corrupción.
Y, algunos aún se sorprenden: el aumento del descontento en inmensos sectores y en la mayoría de los países, condujo a un estallido social de imprevisibles consecuencias, el cual no es otra cosa que el producto de la incapacidad del sistema democrático para ejercer el ‘control a sus gobernantes’.
Si a lo anterior se suma, por ejemplo en nuestro país, la ceguera para enfrentar el narcotráfico, la parapolítica, los incumplimientos a los compromisos establecidos en el proceso de paz, la falta de un sistema pluralista, con partidos políticos y movimientos sociales organizados; las situación y sus consecuencias se encuentran servidas para promover el caos.
Y no hay que olvidar el papel de algunos medios de comunicación y redes sociales que tienen como función esencial la de la desinformación. Niegan la realidad y la necesidad de dar respuestas objetivas a una situación en donde la población espera y desespera.
La solución: recuperar el camino de la democracia.
Exigir el pago de la deuda acumulada. Elegir de acuerdo con nuestra conciencia. Somos nosotros los que decidiremos la nueva ruta hacia el desarrollo y la sostenibilidad. Es usted, somos nosotros.
Germán Umaña Mendoza
Profesor.