Uno que es ingenuo: todavía creo que en democracia los países y los ciudadanos eligen sus gobernantes para tener seguridad en cuanto a lo que serán las políticas de estado y de gobierno en los diferentes aspectos que los regirán, en un marco de respeto de los derechos fundamentales. Nada es más complejo que observar cómo las "reglas de juego" establecidas se modifican, no en democracia, sino simplemente de acuerdo con los intereses de los gobiernos de turno.
Y, lo estamos observando cada día. Por ejemplo: en materia económica se presentan reformas que tienen que ver con los objetivos fiscales de mediano y largo plazo que no respetan ni “la regla fiscal” determinada por ley, ni las reales necesidades de recursos para contribuir a una mayor equidad en la distribución de los escasos recursos de nuestra economía.
Un ejemplo de incoherencia en esta materia fue la denominada “Ley de Financiamiento” cuyo resultado final fue tapar un hueco presupuestario de corto plazo para abrir un ‘cráter’ que solamente podrá ser solucionado con una nueva propuesta de reforma tributaria de impredecibles consecuencias y resultados.
De otra parte, en política internacional no nos imaginamos nada más desafortunado que regresar a la vociferante política del micrófono para convencernos de las bondades de decisiones que se devuelven como un boomerang en contra de las naciones afectadas.
No nos equivoquemos: el demencial acto terrorista del ELN no tiene ninguna justificación y debe ser rechazado sin dudas de ninguna especie. Lo que no se entiende es que la respuesta del gobierno colombiano sea la de poner en la picota pública a países garantes de acuerdos de estado con protocolos definidos, que inclusive podrían conducir a la ruptura de relaciones con aquellos que nos prestaron un servicio en el anhelado camino hacia la paz. Los enemigos no son Cuba o Noruega. La guerra es con la insurgencia.
Al dolor que nos aqueja a todos los colombianos por la masacre absurda en la Escuela General Santander, por el asesinato sistemático de más de dos centenares de líderes sociales en las regiones, por el rearme de ejércitos de defensa de la parapolítica, enemigos de la restitución de tierras, protectores de la minería ilegal y de todo tipo de prácticas delictivas, así como de grupos disidentes de las FARC o el ELN, cuyo único objetivo es la violencia, no se le puede sumar el oportunismo del establecimiento que en nada contribuye a promover la reconciliación de los colombianos.
Lo que hemos escuchado en estos días es lo más parecido a la incoherencia. Es la suma de sofismas que pretenden convencer a la comunidad internacional y nacional de acciones que van contra de toda lógica. De allí a justificar la persecución en caliente en fronteras, la intervención armada en otras naciones o la negación de otros compromisos internacionales o nacionales, solo hay un paso.
No entiendo que le ven de positivo en sumarle a la tragedia, mayor incertidumbre, con posiciones absurdas cuyas consecuencias solo tendrán como resultado un juego de perdedores. Por favor, no saquen más conejos de un sombrero que debería estar lleno de palomas.