Cuentan que un embajador español en una reunión social que se realizaba en el siglo pasado, donde sus contertulios le hacían observaciones sobre la pérdida de protagonismo de su país en el arte, las letras, la innovación y la investigación, al verse acorralado respondió con gracia: “es que vosotros no entendéis, hay siglos que no estamos para nada”.
Y, es curioso, cuando se observan los resultados de la pandemia y los sectores que han respondido para contribuir a paliar las dificultades, encontramos, en primer lugar, a la agricultura y a las producciones de las pequeñas y medianas unidades alimentarias orientadas a cubrir las necesidades básicas de la población. En segundo lugar, la respuesta positiva se origina en las producciones industriales en diferentes sectores y notablemente en los bienes producidos en la agroindustria, la fabricación de bienes de higiene personal, desinfección y limpieza, textiles y confecciones, metalmecánica y, en general, bienes intermedios y de consumo inicial.
Evidentemente, el desarrollo agropecuario y manufacturero ha sido abandonado por la política gubernamental, abiertos unilateralmente a competir con los subsidios de los países desarrollados y son esos sectores los que sistemáticamente han perdido participación en el PIB. Lo importante era promover las importaciones porque los ingresos de los commodities serían suficientes para mantener la estabilidad agroalimentaria, el empleo y el crecimiento.
Adicionalmente, siguiendo las normas del recetario global “flexibilizamos” los derechos de los trabajadores y se perdieron dramáticamente los logros en derechos laborales y, de otra parte, “privatizamos” y convertimos en mercancías derechos fundamentales, como los de la salud y la educación.
Resultado: un alto porcentaje de los trabajadores de la salud son solo órdenes de prestación de servicios, sin derechos ni seguridad social y ahora, “cínicamente”, a esas víctimas las convertimos en “héroes” cuando son simplemente “mártires”.
Y qué decir del aumento de la desigualdad y el abuso de la posición dominante en los mercados, debido a los excesos en la protección de la “confianza inversionista” sin contraprestación en el control de los excesos en la fijación de precios y la ausencia de acción de los estados en el fortalecimiento de las instituciones de control de las prácticas anticompetitivas.
La verdad es que el desarrollo se encuentra en los factores sustantivos de los que nos habla la teoría económica, tales como el fortalecimiento de la soberanía alimentaria, un mercado interno con un sector manufacturero integrado y competitivo, un estado fuerte que corrija las fallas del mercado y entienda que cumplir con los derechos fundamentales a la salud y la educación no se solucionan con la mercantilización.
Una sana política macroeconómica se complementa con una de desarrollo y sostenibilidad, con la negociación de un pacto social que signifique un equilibrio de derechos y obligaciones. En la crisis los sectores que mejor han respondido han sido los que contribuimos a debilitar. Es que en las últimas décadas “no estábamos para nada” y, tristemente ahora sabemos que “los muertos que vos matáis”, son los que deberían gozar “de perfecta salud”.
Germán Umaña Mendoza
Profesor